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La tramitación de una Reforma Laboral del gobierno de España ha concentrado a millares de personas en las calles de las diversas ciudades del país. Tampoco existieron dudas en como secundar de una u otra manera la Huelga General. Todos/as los presentes estaban convencidos que muscular la movilización social era necesaria para defender tanto los intereses colectivos como individuales.
Esta situación se produce coincidiendo con el primer mes donde un actualizado sistema impositivo, vía IRPF, ha mordido nuevamente las numerosas nóminas de los escasos empleos que van quedando en activo en el panorama laboral. Pero, esto podría calificarse de una mera anécdota si se compara con la dureza de las políticas implementadas para salir de las axfisiantes profundidades de una crisis.
Los continuos recortes con clara afección en la micro economía y la total ausencia de certidumbres ante un futuro amistado con la inestabilidad y enemistado con las oportunidades de un desarrollo real han cimentado los pilares de un descontento cronificado en los últimos años. Desgraciadamente, la reacción llegó tarde y con pocas posibilidades de eficiencia. Más bien, proyecta una indignación que los más jóvenes ya se encargaron de manifestar en las acampadas y asambleas del 15M. Entonces, el idealismo y romanticismo sirvieron como argumentos más apropiados para llevar unas reivindicaciones, que evidenciaban las grietas en el equilibrio de un sistema, al espacio de la utopía. Tan equivocados no estaban.
Una sociedad que emborracha de conocimiento en las universidades y te obliga a pasar la resaca en el paro, sin acceso al botiquín para automedicarse un analgésico contra la frustración, acaba incurriendo en insoportables desigualdades. Incomprensiblemente, este grave asunto no fue atendido con la importancia debida. Tanto es así que hemos vuelto a los viejos tiempos de la emigración. Maletas cargadas de esperanza y, por si acaso, de expectativas de futuro. Un libro encima del otro y un pequeño espacio reservado para una muda es el renovado equipaje con el parten las nuevas generaciones en la búsqueda de nuevos horizontes. Atrás han quedado los tiempos de cargar con kilos y kilos de alimentos. Esta podría ser la única diferencia apreciable.
Una mañana, un ministro de economía anuncio que «la cosa no daba». Y con la mayoría que caracteriza a un gobierno osado metió la mano en la cartera de la ciudadanía. Hasta ese momento, el personal solo pasaba las horas en un interesado y cómodo letargo social. «Para que moverse si nada va a cambiar», con esta frase extendida en la conciencia colectiva se atemperan posibles cargos ante una descarada inacción.
Con el bolsillo agredido, pocas semanas bastaron para invadir la calle de gente exigiendo explicaciones y, entre los más optimistas, rectificaciones. Hasta entonces, los sindicatos habían permanecido en la guarida correspondiente practicando más partidismo que política laboral. Y, por su parte, las organizaciones sociales y ONG´s navegando en solitario por el mar de la incomprensión. Luchar contra la pobreza e injusticial social ajena tiene estas consecuencias: «No es un mundo de masas»
Queda claro que la movilización multitudinaria solo es factible por un móvil económico o similares; y todo apunta que estamos ante ello. Queda probado que en el camino del empobrecimiento también las categorias son diversas: Los que son un poco más pobres que ayer. Y aquellos que nacen y mueren pellizcados por una misma realidad sumida en una tozuda miseria.
Y queda homologado que una gran manifestación para recortar las desigualdades y la pobreza, sea cual sea la tipología que la defina, es un escenario dominado por la entelequia.
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