Beatríz Lorenzo.- La idea de un modelo de gobernanza global sostenible urge cada vez más en la actual situación, no sólo económica, sino también social y geopolítica. La conservación de la tierra y los espacios y recursos naturales aparece cada vez con más relevancia en la búsqueda de un desarrollo sostenible. Naciones Unidas calcula que en total casi 20 millones de hectáreas de tierras de cultivo – un área equivalente a la mitad de tierras cultivables de toda Europa – ha sido vendida o está en proceso de adquisición en el tercer mundo.
Uno de los estudios más completos sobre la cuestión es probablemente el publicado en 2009 por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED), que certifica que la apropiación de tierras es un fenómeno en ascenso, y advierte de que es cada vez mayor el riesgo de que campesinos pobres acaben siendo expulsados de sus tierras o pierdan el acceso al agua y a otros recursos.
Además, el neocolonialismo agrario le arrebata sin duda el trabajo al campesinado y crea tensiones sociales extremas y violencias civiles. En relación con este tema, la biodiversidad y su gestión se están convirtiendo en los temas clave de la agenda sostenible de los últimos tiempos.
En esta línea, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) anunció recientemente en Tokio que está preparando una Guía Corporativa de Valuación de Ecosistemas que proporcionará un marco para las empresas a evaluar y valorar su impacto y dependencia en la diversidad. ”Las empresas que entienden y valoran su ecosistema tendrán una gran ventaja sobre sus competidores”.
La guía de valoración, que WBCSD lanzará el segundo trimestre de 2011, ayudará a las empresas a poner en práctica los objetivos y las soluciones propuestas por el estudio de la Economía de los Ecosistemas y Biodiversidad (TEEB), una importante iniciativa internacional impulsada por los ministros de Medio Ambiente del G-8 para analizar los beneficios económicos globales de la diversidad biológica y los costos de su pérdida.
En general, las pautas marcadas para buscar solución a los problemas globales se orientan cada vez más por la senda del desarrollo sostenible. Nacen así conceptos como el de la “ecologización de la economía”, que tuvo ya su origen en el Informe Brundtland de 1987, que el define al desarrollo sostenible junto al rol del crecimiento económico, la equidad social y el papel de los poderes políticos: “Responder a las necesidades esenciales requiere no sólo una nueva era de crecimiento económico para las naciones en las cuales la mayoría es pobre, sino también la seguridad de que los pobres recibirán una porción justa de los recursos necesarios para mantener el crecimiento económico.
Tal equidad debiera ser apoyada por los sistemas políticos para que aseguren la participación real de los ciudadanos en decisiones políticas y una mayor democracia en las decisiones internacionales”.
(Beatriz Lorenzo es directora editorial de falaRSE)