¿Qué sucede cuando la solidaridad falla?

Mujer haitiana se desplaza, varios kilómetros, a buscar agua

La realidad de la Haití no difiere, en exceso, a los meses posteriores al atroz movimiento sísmico que registró en el año 2010. Desde entonces, las cosas no han podido ir a peor. Recientemente, el huracán Matthew volvió a cebarse con esta zona malograda del Caribe. Las personas que residen, en esa parte de la isla, no han tenido una mínima oportunidad de levantar cabeza ante la falta de un apoyo internacional y una buena gestión de los problemas generados por los desastres naturales como es el caso de Naciones Unidas.

En los días posteriores al terremoto, hace seis años, el torrente de solidaridad recibido llegó a colapsar la capacidad de la infraestructura diseñada por la ONU y las ONGs presentes en la zona, entre otros. Las donaciones eran vastas. Los millones de dólares y euros llovían desde decenas de países de los cinco continentes. Tras ese flash impulsivo, el interés por recuperar la normalidad de la vida de los haitianos fue perdiendo intensidad. Hasta tal punto que el último acontecimiento huracanado vivió un eco, ciertamente, discreto. Solo fue útil para volver a repasar los compromisos incumplidos.

Las propias Naciones Unidas se vieron en el aprieto de tener que pedir disculpas al pueblo haitiano por su inacción. Por su pobre actuación. Por la falta de una buena respuesta ante una epidemia de cólera que ha afectado a casi 800.000 personas y ha apagado la vida de más de 9.000 haitianos. Esta pésima realidad marcó el último discurso del secretario general, Ban Ki-moon, ante la Asamblea General. Así que algo se debe haber hecho muy mal para llegar a este punto de autocrítica.

Para reparar esta indecencia, la ONU se ha comprometido a invertir 400 millones de dólares para promocionar la calidad de la salud de Haití. Se espera, con esta intervención directa, resolver una las principales necesidades que más afectan a las personas que padecen la pobreza en el mundo: garantizar la calidad del suministro de agua. Solo cabe desear que este anuncio no se quede secuestrado en una oratoria de buenas intenciones. Sin duda, este tiene y debe ser el momento de poner en valor la cooperación internacional a disponibilidad real del pueblo haitiano. Lo contrario sería una nueva traición. Lo más paradójico es que, al otro lado de la isla, en República Dominicana, según el Banco Mundial, la economía ha crecido durante este último año a niveles inalcanzable para la sociedad de Haití.

Es evidente que cuando los mecanismos de la solidaridad fallan, apenas, queda nada. Se trata de uno de los últimos eslabones de la esperanza. A partir de ahí, las opciones para creer que algo puede cambiar a mejor son, más bien, raquíticas. Es posible que esa sea la sensación que tiene, hoy en día, la gente que sobrevive en ese rincón del Caribe. Por lo tanto,  la cooperación tiene que ganarse, de nuevo, la confianza de un pueblo maltratado para obtener una nueva oportunidad. Quizás, todavía exista margen para recuperar el prestigio perdido ante numersos despropositos. Para ello, el sentido común apunta a que deben primar los hechos por encima de unas comprometidas palabras que suenan tan bien. ¡Tiempo al tiempo!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta