Un diagnóstico eterno

El asunto de los Derechos Humanos se ha convertido en el argumento más prostituido de la política internacional. En la base de una denuncia casi perfecta, inapelable, indiscutible de un país a otro suele encontrarse este fundamento. De esa forma, cualquier medida o intervención, por muy beligerante que ésta sea, estará debidamente justificada. Otra cosa bien distinta pasa por el cumplimiento real.

A tenor de los últimos acontecimientos (crisis de humanitaria de los refugiados sirios) da la sensación de que no hay mucha voluntad por aplicar acciones y programas rigurosos a favor de lo que se supone debería ser prioritario. Y en esas andamos. Presenciando como concatenamos una agresión tras otra. Como se supera el nivel de injusticias cada semana. Como la inacción se acomoda ante la ausencia de reacciones contundentes.

Valga un ejemplo reciente que registra un estado como el español: al revisar algunos datos, encontramos que, durante el año 2016, las peticiones de asilo no han parado de crecer; es decir, la demanda de protección internacional aumentó en un 35%. Si, además, se tiene en cuenta que en la memoria de 2015 de la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior, la cifra ya había crecido en un 50% en comparación con 2014, podemos hacernos una idea del nivel de personas que están padeciendo las incesantes vulneraciones de los derechos humanos en el mundo.

Analizando esta realidad expuesta, entre los primeros afectados encontramos a ciudadanos de la región de Oriente Próximo ante los conflictos bélicos de Siria, Palestina e Irak, y Ucrania, en el viejo continente europeo. A continuación, China registra un elevado nivel de personas que piden amparo por miedo a las duras represiones que se viven en el país asiático. En la lista tampoco podían faltar víctimas de las hostilidades, procedentes de Argelia y Marruecos, por el indecente asunto que soporta el pueblo saharaui. En el continente africano también Nigeria provoca un importante grado de peticiones de protección al ejecutivo español.

Las extorsiones y amenazas contra la vida en lugares como El Salvador y Honduras son otras de las realidades que forman parte de un interminable inventario de escenarios donde morir es más fácil que vivir para muchos seres humanos. En este caso concreto, el incremento de solicitudes de asilo en España viene disparándose en los últimos años. De hecho, Naciones Unidas advierte, desde hace años, que la región centroamericana aglutina una de las cifras más alarmantes por el número de desplazados, causados por la violencia y la pobreza extrema.

No abandonemos el eje latinoamericano. Existen otras dos nacionalidades que también buscan asilo y refugio en la península: se trata de mujeres y hombres de Colombia y Venezuela. Lo más llamativo del Cono Sur procede de estos dos países vecinos que comparten frontera. Aunque, no hace falta matizar que las situaciones políticas, sociales y económicas de cada uno son muy diferentes. El primero, tiene a sus espaldas la histórica contienda entre el gobierno con las FARC, con enormes problemas de seguridad para la vida de miles de personas. El segundo, continua padeciendo los efectos de una revolución bolivariana venia a menos, fatigada, y con agresiones multilaterales desde el exterior. Un contexto en el que el respeto de los Derechos Humanos se encuentra en cuestión. Bajo sospecha. Y así parece que seguirá, de no producirse profundos cambios cuanto antes.

Esta es una de las tantas radiografías que podríamos perfilar para demostrar que la defensa y el respeto de los DD.HH tropieza permanentemente con la omisión y la negligencia política y de Estado. Así, al trasluz solo podemos certificar un diagnóstico negativo para el paciente examinado. Sin embargo, lo más problemático no es sufrir una enfermedad sino tener una terapia a disposición para solucionar un historial clínico que se antoja eterno.

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