La islamofobia ha venido para quedarse tras los últimos atentados de París y Túnez. Un problema social que no es nuevo aunque experimente un potente crecimiento en el conjunto de la Unión Europea. Desde hace unas semanas, ser creyente o seguidor del Islam está estigmatizado. Siempre lo estuvo. Pero, ahora, aún más.
‘La baja política multiverbal’
La única reflexión que le faltó por pronunciar al presidente del PP de Cataluña, Xabier García Albiol, fue aquello de que “la principal causa de la pobreza es que la gente tiene muchos hijos”. Y, a renglón seguido, añadir que: “bajo un recio control del Estado, la planificación familiar podría ser una formula formidable para mejorar la situación de los pueblos que padecen una asfixiante carencia de recursos básicos”. En este supuesto caso, solo habría un inconveniente llamado China: su ejemplo y pésima experiencia invalidaría tal postulado, de forma automática.
¡La ‘fiesta’ del drama continuará!
¿Quién puede soportar más?
Emerge una estrategia nacional de personas sin hogar en España. Una iniciativa del gobierno saliente que llega con la legislatura finalizada y un presupuesto para 2016 con prioridades económicas alejadas de esta gran problemática social. Quizás, una de las más agudas de los últimos tiempos pero no para el Estado.
El recibidor de Europa
Europa recibe a los refugiados sirios con una indiferencia hiriente, reprobable y absurda. Una y mil imágenes acaban demostrando la desgraciada fórmula de bienvenida a quienes huyen, desesperados, de una interminable guerra.
¿Qué más tiene que pasar?
La comparecencia dejó perplejos a todas y todos los asistentes al acto público. Se trataba de un representante del gobierno central hablando de un caso de Violencia Machista en la provincia de Pontevedra. Al referirse al tema, emergió un discurso decimonónico y rancio que definía el actual papel de la mujer como “un ser vulnerable e indefenso”. Desde ese momento, el frío viento intelectual comenzó a soplar con una intensidad imprevista. Una profunda borrasca irrumpió por uno de los pasillos de aquel organismo oficial con una torrencial lluvia cargada de términos atrasados; más próximos a la compasión que al compromiso social contra uno de los principales problemas en España. Los gatillazos verbales no cesaban de sonar. Micrófonos abiertos y grabadoras encendidas con una repetida tentación de apagarse. Con el deseo de no haber registrado nunca algo tan inapropiado. De borrarlo todo.