La última cumbre de Premios Nobel, celebrada en Barcelona, ha sido monotemática, incisiva y muy reivindicativa. Los derechos humanos monopolizaron todo ante todos. De hecho, el Nobel Muhammad Yunus llama a «deshacer» el sistema y crear uno con valores humanos, no egoístas. A una forma de vida en la que la distribución de la riqueza no sea tan solo una cosa de unos pocos. A construir puentes de solidaridad y no fronteras de desigualdad.
Un gran número de personas que huyen de la guerra en la región siria recuerdan que ser un refugiado es tan solo una circunstancia. Se trata de una condición y obligada y no deseada. Y, siendo lógicos, debería detonar la empatía y no el rechazo de quienes tienen los recursos disponibles para mitigar los efectos de una realidad “más que dramática”. Resumir una crisis humanitaria a unos meros datos no deja de ser una negligencia humana inaceptable.
Pero, avanzamos en el tiempo y las cosas siguen igual o peor. Cada vez, son más las familias que ponen un píe en una patera y el otro en la orilla europea con el objetivo de huir del horror en el que ha quedado anclado su país. La suma crece al mismo nivel que la desesperación.
El sentimiento de impotencia y pesar ha sido recogido por los principales referentes del Nobel de la Paz con enorme solvencia. En especial, por quienes son y lo significan todo a nivel global. Aunque, eran evidentes algunas ausencias. La de Barack Obama: prevista y esperada. Y es probable que ejerza su reconocimiento, con todas las letras, en el momento que la Casa Blanca sea parte del su pasado y no presente.
En situación similar se encuentran decenas de presidentes y autoridades políticas en Occidente: son conocedores del cajón donde se encuentran las llaves de la solución pero, siempre, existe un ‘pero’ para hacer uso de ellas. Resulta incuestionable que, si algo tienen en común con el resto de los refugiados, es que han aprendido a huir de las responsabilidades más próximas al compromiso humano.
Y, ahora, tras los atentados de Paris, ¿qué? Tras lo sucedido se han abierto muchas heridas y una amplia colección de incógnitas: ¿cómo se va a gestionar la llegada de sirios a Europa?, ¿se hará sirviendo tazas de xenofobia o inyectando la vacuna necesaria para prevenirla?
Lo que sí es probable es que el llamamiento de los referentes de los Nobel de La Paz quede en una bonita foto para el recuerdo y una reivindicación incumplida como otras tantas.
Y todo apunta a que nada cambiará mientras la conciencia política no varíe un ápice. Mientras no se imponga el criterio humano por encima del político, sin matizaciones. Mientras no se deroguen las políticas de rechazo al refugiado.
Mientras todo esto continúe, ¡la ‘fiesta’ del drama continuará!