Emerge una estrategia nacional de personas sin hogar en España. Una iniciativa del gobierno saliente que llega con la legislatura finalizada y un presupuesto para 2016 con prioridades económicas alejadas de esta gran problemática social. Quizás, una de las más agudas de los últimos tiempos pero no para el Estado.
Los fríos datos apuntan a que, cada semana, fallece una persona sin techo, sin recursos, sin oportunidades y sumida en la pobreza extrema. Esta es la realidad de un país que, según su clase política, la situación ha mejorado aunque no parece que sea para todos. En esta misma línea, el estudio del Ministerio de Servicios Sociales asegura que las mujeres de más de 45 años y los jóvenes son los más vulnerables a padecer esta lamentable situación, entre otros perfiles encontrados.
Es resumen, el sistema tolera que el potencial de una sociedad esté siendo ‘pasto de las llamas’ de la pobreza, que no ha parado de crecer en los últimos años. Desde la pobreza alimentaria a la pobreza energética, pasado por la pobreza económica, para llegar a la pobreza de la vivienda. Varias son las manifestaciones y pocas han sido las soluciones dispuestas hasta el momento.
La brecha ricos&pobres crece a la par que los dramas humanos. Intentar obviar esta realidad, a día de hoy, es misión imposible. Sobre todo, porque los casos de indigencia ya no ocurren solo a miles de kilómetros de casa: excusa que ha sufrido la misma depreciación que la vida de las personas. Desde hace unos pocos años; puerta con puerta, podemos encontrar uno, dos o tres casos. ¡Quien sabe! Las cosas han cambiado, y mucho.
En la actualidad, las desigualdades han cobrado el mismo ritmo de crecimiento que la macro economía española. Y al llegar a terreno, al arribar a la vida de las personas, el diagnóstico social cambia. Ofrece la cara más áspera y peliaguda: a la falta de trabajo se le une la carencia de una dieta garantizada y un techo asegurado. Este indeseado escenario lo pisan cada mañana, tarde y noche cerca de 30.000 personas.
Sin embargo, la estrategia anunciada por el gobierno – que se marcha con ganas de volver – puede catalogarse como una medida más electoralista que como una intervención prioritaria ante un problema de notables dimensiones. La decisión se adopta con un gobierno en funciones; sin competencias, ni tiempo, para desarrollar este plan de lucha contra una de las manifestaciones de la pobreza.
Entretanto, los niveles de ‘Aporofobia’ (odio al pobre) siguen incrementándose. Los principales indicadores oficiales así lo atestiguan: los delitos relacionados con esta clase de discriminación aumentan. La situación ha propiciado una preocupante alerta en las mismas autoridades ministeriales que, ahora, pregonan un Plan Estratégico Nacional de las Personas ‘Sin Hogar’ que no tendrá efectos a medio plazo.
La supuesta solución ha llegado muy tarde. Es posible que nunca dé sus primeros pasos. Y que quede en un bonito titular tras una rueda de prensa del Consejo de Ministros. Pero, mientras unos juegan a la política de marketing otros siguen sufriendo un doble castigo: la exclusión y la repugnancia social al pobre. ¿Quién puede soportar más?