Desplazadas del feminicidio

Las mexicanas vuelven a velar a una mujer víctima de la violencia machista, del feminicidio más atroz que se conoce. Es una de las amenazantes realidades con las que conviven a diario: cada mañana, tarde y noche. Cualquier situación, por nimia que parezca, puede derivar en una desaparición o en el asesinato de una mujer.

Desde hace décadas; la sociedad mexicana, al igual que otras muchas en el planeta, pide auxilio ante los numerosos casos de agresión y violencia proyectada hacia las mujeres. Bien es cierto que éste no es solo un problema exclusivo de México pero la virulencia registrada y el número de casos, incesantes, lo convierten en un escenario muy preocupante. Y, por desgracia, forma parte de las referencias mundiales donde la inseguridad de la mujer supera todos los umbrales de lo soportable.

El último suceso lleva el nombre de Mara Fernanda Castilla. Esta joven de 19 años tomo un servicio de taxi, a través de la aplicación móvil Cabify, tras salir una noche de diversión con sus amigos. Nunca regresó. Su muerte ha despertado la ira, la rabia y la impotencia de las mujeres mexicanas que ha tenido un importante efecto contagio en toda Latinoamérica.

Los fríos datos congelan todo tipo de esperanzas de solución a corto plazo: siete mujeres son asesinadas al día en el país, según datos de la ONU. Un registro inasumible. Un contexto necesitado de una urgente intervención que no acaba de llegar a pesar de las incontables denuncias nacionales e internacionales de los últimos años y décadas.

Por desgracia, México no es un país fácil y habitable para nacer mujer. El feminicidio crónico y creciente solo invita a emigrar por seguridad y mera supervivencia. A asumir que la violencia machista también puede generar desplazadas como en cualquier conflicto bélico o en una catástrofe natural. Y no debe extrañar que una mujer mexicana intente buscar otro lugar donde vivir con un mayor nivel de tranquilidad. Estar lejos de casa, a fin de cuentas, se ha convertido un asunto de vida o muerte.

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