La decisión de adoptar un camino u otro ya no forma parte de esta concepción democrática cuando se trata del binomio compuesto por mujer y aborto… El ministro de justicia, Alberto Ruíz Gallardon, se ha propuesto regresar al pasado más reaccionario a golpe de enmienda y decreto pasando con el rodillo por encima de un criterio de amplio seguimiento enfrentado a dar pasos atrás en los diferentes avances.
Ha sido una maniobra esperada por los sectores sociales y feministas. Aunque nada hacia presagiar que el supuesto de la malformación saciase la sed conservadora de la obra de mayor insolidaridad que puede uno/a hallar en una organización política: «A Dios rogando y con el mazo dando». Parece que los fantasmas de un pasado aciago, en lo social, resurgen fomentados por una visión alejada de realidades identificadas con integración o tolerancia.
Llegaron los tiempos de mojar en la esterilidad a la Ley de Dependencia o ahogar, hasta certificar su defunción, la legislación que regulaba los derechos y obligaciones de una mujer a coger un ramal u otro de la autopista de la vida: «una decisión libre, privada e intransferible«.
Corrientes oscuras e internas (A las que todo/as somos capaces de poner un nombre de cuatro letras) abocan a un gobierno, sin apenas un año de estancia en el poder, a fracturar un consenso mayoritario en la capacidad a elegir Si o No en el caso de la gestación de un niño/a con malformación en el feto… ¿Por qué tal decisión sufre un blindaje inalterable?, ¿No es la misma opción que formar un núcleo familiar con ocho hijos?, ¿Acaso no estamos ante un escenario similar a la elección de un modelo de vida?…
Estas condiciones quién las prescribe y por qué. Prohibir cómo queremos compartir la existencia son un intento real de borrar del catalogo las posibilidades de mayor alejamiento a los convencionalismos clásicos. Los señores y señoras de la Obra deben saber que esta sociedad ha mutado hacia un inexorable camino donde la mujer elige ser madre soltera o no; denuncia y se divorcia del hombre que la maltrata o construye un proyecto de vida con otra mujer sin limitaciones para buscar una felicidad tras siglos y siglos de absurdos sacrificios…
Y, un último aspecto que no conviene olvidar: en el supuesto de decantarse por asumir el reto de superar las barreras inherentes a una discapacidad de diversa tipología (Física, Psíquica, Sensorial o Cognitiva) estamos obligados a dar respuestas sanitarias y sociales con herramientas legales eficientes (Dependencia o Liondau) que habiliten redes solventes en un Estado del Bienestar concebido para los supuestos hijos del futuro…
Este nuevo espaldarazo a la democracia, a la libertad de decisión, no es únicamente una falta de respeto, una grave intromisión en la vida privada y en las decisiones más íntimas que solo corresponden a los implicados. Es además un acto de irresponsabilidad tremendo.