Cruzando líneas rojas para la Infancia

Ser niño o niña no es una cuestión menor. Por empeño de los mayores, una gran parte de los más pequeños de nuestro de planeta residen en unas condiciones inaceptables. Necesidades básicas como comer, beber o jugar se convierten en un imposible para los menores de muchos lugares, donde, perversamente, el foco mediático está apagado a perpetuidad por un grosero desinterés sumado a una insensibilidad por las amenazas a la Infancia.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio marcan retos tan necesarios como erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal o reducir la mortalidad infantil. Aludimos al punto uno, dos y cuatro para recordar que la revisión de resultados se producirá el próximo 2015. Y todo parece indicar que han existido algunos avances pero inesperados retrocesos en aquellas sociedades en las que la deficiencia de recursos no era un asunto de Estado.

Desde hace unas horas, un exhaustivo informe ‘La infancia en España: el impacto de la crisis en los niños‘, elaborado por UNICEF, ha detonado todas las alarmas en España. Una de las conclusiones más indigestas apuntala una tasa de pobreza infantil en un porcentaje del 27,2%, es decir, más de dos millones de niños viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza.

Esta realidad noquea nuevamente al modelo de convivencia sin dejar abierta la posibilidad a una leve recuperación. Sufrimos un constante debilitamiento de nuestro sistema de Bienestar. La codicia y avaricia individual, a buen cobijo en los mercados económicos, hacen invisibles a los posibles enemigos y, por tanto, la capacidad efectiva para combatirlos. “Esa original fórmula, que protegía a nuestros hijos de las posibles injusticias sociales, ha quedado atrapada en el desamparo”…

No convendría olvidar que “el futuro no es tal, sin la existencia de los niños”. Erradicar el empobrecimiento de sus condiciones de vida obliga a hacer todo lo contrario de lo actual. Y, además, dicha responsabilidad no es eludible.

Pero, desgraciadamente, la experiencia nos echa en cara que la Infancia ha sido reiteradamente castigada por una cadena de nefastas decisiones adultas: Guerras, conflictos, hambre, pandemias, epidemias, violencia o abusos de diferente tipología. Los niños han tenido que resignarse a padecer muchas crisis sociales y humanas a lo largo de la historia.

En innumerables ocasiones el llanto ha ganado el pulso a la sonrisa; La tristeza a el júbilo… O la desesperanza a la ilusión.

No obstante, las líneas rojas ya fueron traspasadas hace mucho tiempo. Desde hace unos años, organizaciones como Save The Children o Unicef vienen avisando que los principales problemas relacionados con la pobreza entre los niños han dejado de ser una realidad exclusiva de los países en vías de desarrollo.

Los recortes económicos han generado un imparable efecto negativo en los recursos disponibles de padres y madres para garantizar las necesidades de sus hijos. Sin embargo, en los Presupuestos Generales del Estado 2013 figuran partidas de destinadas la Infancia con una rebaja injustificada. De igual forma, la menguada cooperación desatiende este mismo ámbito, a nivel internacional, por la falta de medios y un compromiso político serio que mantenga o impulse proyectos de solidaridad.

No ocurre lo mismo en Defensa, un área que salvaguarda una cantidad de 5000 millones de euros, a pesar de disminuir un 6% con respeto al año anterior, mientras uno de cada cuatro niños padecen la crueldad de la pobreza.

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