La última legislatura del gobierno español pasará a la historia de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Dejamos atrás los cuatro años más críticos para las políticas de solidaridad de una administración como la central. Según denuncia Oxfam, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) ha sido la política pública «más recortada» desde que comenzó la crisis en España: 70 por ciento desde 2009 y 53 por ciento desde 2012.
Los corruptos en la Cooperación al Desarrollo también entran prisión
La tozuda realidad: Una realidad en la que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en España ha advertido de la presencia de menores de 16 y 17 años en el país que realizan trabajos peligrosos, una conclusión que extraen del hecho de que este colectivo sufre al año unos 350 accidentes leves de los que una cuarta parte son por sobreesfuerzos. Y, ¿desde cuando un país desarrollado tolera un dibujo del mercado labora así?, ¿qué compromiso social puede ofrecer un tejido empresarial es proclive a utilizar a menores en sus actividades?
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Deshumanizados desde el medievo
De noche y de día. La hora y la fecha no tienen relevancia para quienes deciden dar el paso de saltar una ‘miserable’ valla metálica, repleta de desafiantes elementos punzantes que suelen dejar secuelas físicas al pasar de una realidad a otra.
La creación y mantenimiento de un sistema basado en las fronteras no hace más que acentuar las desigualdades entre una zona y otra. Y no cabe duda que la libre circulación es una utopía inalcanzable entre países limítrofes de Europa y África, entre otros.
Desayunar, comer o cenar con la noticia del intento de salvar la valla de Melilla por parte de cien o doscientos seres humanos, atrapados en el monte Guru Gú ante el férreo cerco dispuesto por la policía marroquí, se ha convertido en todo un clásico informativo. Apenas logra ya conmover a los espectadores por la continua repetición de la escena.

Algunos pensamos que la falta de unas políticas de cooperación al desarrollo eficientes traen como fruto una avalancha tras otra de personas embargadas por la desesperación más absoluta. Pero, desgraciadamente, sentimos el frío de la soledad al reflexionar de esa manera.
Buscar una oportunidad es cuestión de vida o muerte. No queda otra opción que jugársela a una carta. En situaciones de esta naturaleza no cabe decir aquello de «siempre se puede ir a peor, por qué ya residimos en lo peor».
Inseguridad humana, social, cultural, jurídica, administrativa, sanitaria, económica conviven con miles de inmigrantes procedentes del África Negra o Magreb: Nigeria, Camerún, Congo, Senegal, Mali, Marruecos, etc. Desde estas distantes sociedades llegan a orillas del estrecho con la expectativa de cruzar en barco, a nado o saltando una fría valla sin necesidad de salvar litros y litros de agua salada.
Melilla (España) y Beni Enzar (Marruecos) no es más que uno de tantos ejemplos de lo absurdo que supone construir y mantener una frontera con todas sus restrictivas e inhumanas características.
Intentar salvaguardar los intereses y la identidad cultural, social y económica de un pueblo no puede defenderse con una mera fortificación de metal y un intenso cordón policial. Por cierto, ¡un estilo muy utilizado por los estrategas militares desde el medievo!
Las causas de las migraciones forman parte de la historia de la humanidad. El nomadismo fue una modelo de vida con el único objetivo de garantizar la existencia de una comunidad o pueblo: Alimentación, agua, seguridad o un clima moderado para vivir motivaban dichos desplazamientos.
Pese a todo, las cosas no parecen haber cambiado en exceso desde entonces. Los desplazamientos masivos, las guerras, los saqueos, la explotación o mala distribución de los recursos siguen originando contextos de pobreza, inmundicia e injusticia entre unos y otros.
Ya bien sea separados por un mar agua o una aduana militarizada, la desequilibrada balanza de las oportunidades persiste en prevalecer en el mismo estado de siglos atrás a pesar de un presunto desarrollo que no acaba de llegar a todos los rincones del planeta en las mejores condiciones.
A pesar de la crisis
El grifo de la cooperación al desarrollo
Las nuevas generaciones y la conservación de los recursos naturales se convierten en los dos principales activos para garantizar un futuro preñado de esperanza. Conceder un legado, marcado por acciones responsables, debe convertirse en una prioridad de la agenda colectiva. Dejar el planeta en mejores condiciones no puede quedarse en mero un reto, y sí en una obligación ineludible.
Desgraciadamente, el acceso al agua no es algo universal a pesar de la exigencia vital de proporcionar este bien natural sin limitaciones de ninguna clase. Resulta sorprendente que algunas mentes consideren que este asunto del compromiso no va con ellos. Y mientras se aprovechan de todas las posibilidades, con un estilo más parecido al de parásito que al de un humano, otras personas carecen de cualquier oportunidad de incorporar el agua corriente a su vida cotidiana.
La conciencia, y voluntad son imprescindibles, casi insustituibles, aspectos para no atascarse en centenares de palabras bien conjuntadas que conformen una utópica teoría. Según datos de Naciones Unidas, Cerca de 1.200 millones de personas, casi una quinta parte de la población mundial, vive en áreas de escasez física de agua. Una cifra nada despreciable para las conciencias y sensibilidad de quienes abren, cada día, el grifo sin restricciones.
En estos últimos tiempos, las denostadas políticas de cooperación al desarrollo han sido objeto de recortes sin precedentes y campañas de desprestigio para justificar tales decisiones. La sociedad está cada vez más próxima al postulado de: «resolvamos antes los problemas de aquí que los de afuera». Un fragante error de perspectiva a medio o largo plazo porque los fenómenos migratorios seguirán creciendo y las realidades sociales se endurecerán tanto en casa como a nivel internacional. La experiencia recomienda no ponerse de perfil ante esta serie de cuestiones por su inevitable repercusión.
Cimentar el desarrollo del futuro se convierte, o así debería ser, en una estrategia inexcusable del presente. De lo contrario, las consecuencias sociales formarán parte de una irresponsabilidad global compartida.
Y a medida que el grifo de la solidaridad se va cerrando, poco a poco, otros seguimos convencidos en practicar un periodismo entregado a la lucha contra la pobreza, la denuncia de las desigualdades sociales o la defensa de los derechos humanos. Y hasta conseguirlo no detendremos la maquinaria marcada por una vocación aliada con el desarrollo.
¿En medio o a las afueras del conflicto en Siria?
Los niños y las niñas en Siria también sufren los rigores de los desplazamientos forzados por la guerra civil que padece su país. Un recorrido indeseado para pequeños y mayores que aboca a vivir como un auténtico refugiado en un campo fronterizo. Puede parecer un juego pero no lo es…
A partir de ahí, la realidad se torna igual o más dura que en casa. Los recursos básicos no están garantizados; tampoco, lo estuvieron en estos últimos tiempos. La masificación es tenaz e imparable. Centenares de personas optan por buscar amparo en las zonas más próximas de la región donde las balas no silben de día y noche.

Los más pequeños pasan a residir en un entorno desconocido y, en cierta forma, hostil: Los servicios sanitarios dependen de las posibilidades de la Cooperación Internacional. Y la, tan necesaria, educación básica abandona el primer plano para ser enterrada en subsuelo de las prioridades.
Solo las organizaciones sociales son capaces de dar una mínima respuesta a quienes renuncian a su modelo de vida y emplean todo el esfuerzo en perseguir a la esperanza, allí donde se halle.
En el campo de Doniz, en Iraq, por el momento, nadie a logrado atrapar una leve expectativa de mejorar algo. Una tienda de lona y el silencio de las armas se convierte en avance más importante.
Caminar por la vida sin entender por qué pasan las cosas no es fácil. Eso nos sucede a todos, en algún momento. Pero, los ojos y la mente de un niño siempre estarán dispuestos a renegar de decisiones que generen tanta crueldad entre seres humanos. Y reprobaran con el silencio las malas y letales acciones de los mayores.
Y esta impotencia y rabia, mezclada con la inocencia infantil, se acentúa cuando la sombra de la muerte crece, lentamente, sin que nada, ni nadie lo remedie.
Perder un hermano, un padre, una madre o un abuelo carece siempre de justificación. Aunque, intentar encontrar una pizca de sentido a una perdida irreparable por haber bebido algo tan elemental como el agua resulta, cuando menos, imposible de asimilar. Y más si se trata de una niña, de 5 años de edad, que no acaba de creerse que su hermano esté en el paraíso.
Esa es la triste historia del pequeño Khalid. No fue capaz de superar un cuadro gastrointestinal tras consumir agua contaminada. Su madre, Shanaz, lamenta su muerte y se pregunta si es mejor vivir en medio o a las afueras del conflicto en Siria.
Para conocer el testimonio íntegro: “Aquí en el campo sufrimos una muerte lenta” | Blog de Emergencias– Save The Children