Objetores de la insolidaridad

La cartilla de inmigrante ya no incluye una atención sanitaria básica sustentada con medios públicos. Este gran mordisco a la supuesta universalidad del sistema recibe la comprensión y admisión de aquellos/as que justifican todo en una crisis que ha puesto al descubierto la extremada delgadez de ciertos valores sociales.

La expulsión o deportación del territorio de seres humanos, con o sin familia, es una escena que algunos estómagos son capaces de digerir como si se tratase de una suculenta cena de verano… Las últimas medidas en política social y sanitaria del gobierno español caminan, con un inesperado ánimo nacionalista, hacia la segregación de dos mundos: “El que puede y no puede pedir cita gratuita para una revisión por una posible amenaza para su salud”.

Curación o tratamiento de una dolencia que, a día de hoy, solo ha quedado a expensas de poseer una bonita combinación de números plasmados en un pasaporte o DNI. Y, en el mejor de los casos, la existencia de un contrato laboral se convierte en ese mágico salvoconducto que conduce a la consulta del médico.

Sin embargo, la negativa llega cuando se carece de alguno de estos tres aspectos mencionados… Una problemática convertida en un maquiavélico mecanismo disuasorio contra los temidos “efecto llamada”.

Una vocación inquebrantable de la solidaridad sanitaria que, poco a poco, se evapora como el buen sueño irrecuperable. “No habrá atención para los inmigrantes que no tengan regularizada la situación en el país”. Con esta serie de declaraciones, la ministra de sanidad da por rotas unas óptimas relaciones con los que decidían probar suerte a miles de kilómetros de sus profundas raíces.

Más bien, la medida parece que carga contra el eslabón más débil de la cadena. Nada o casi nada se dice de los ciudadanos comunitarios que se beneficiaron del denominado ‘Turismo Sanitario’, fomentando la inviabilidad del sistema público español. En esta habitual práctica es donde realmente reside el mayor abuso que ahora pagaran todos: Inmigrantes y Extranjeros responsables con los hospitalarios recursos de la tierra que los acogió en algún momento.

Dada esta disyuntiva, el colectivo médico ha anunciado su pretensión de ejercer la profesión desde una perspectiva humana, que no política. Por ello, más de un millar de profesionales secundan la posibilidad de respaldar en sus consultas la brillante iniciativa de la  Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. La campaña organizada bajo el lema “Atendemos a personas, no asegurados” parece estar calando muy hondo en todos los rincones de los centros de salud.

Tanto es así que, por el momento, más de mil facultativos han confirmado su disposición de omitir la normativa administrativa acogiéndose a la objeción de conciencia contra una regulada insolidaridad.

El exponente del decrecimiento

FOESSA confirma que la tasa de pobreza en España (21,8%) es una de las más elevadas de la Unión Europea. Ya lo hemos logrado a base de insistir: «los pobres son más pobres». Se detecta una disminución en el umbral de pobreza que redujo el nivel de renta en 200 euros. Hemos pasado de los 8.000 euros (2009) a los 7.800 (2010).

Seguimos añadiendo datos preocupantes con un incremento de la exclusión social, ya que en 2010 afectaba a 11.675.000 personas estaban en riesgo de pobreza en España, es decir, la cuarta parte de la población (25,5%).

La precariedad de la calidad de vida también se ve confirmada por el incremento de personas atendidas en los servicios de Acogida de Cáritas, que pasaron de 400.000 en 2007a 950.000 en 2010.

El derecho al empleo es un derecho básico en clara decadencia. Los parados juveniles, los de larga duración y el desempleo femenino crecen con paso firme a datos hacia un retroceso social catastrófico. Preocupante es el caso de los denominados  “trabajadores pobres”, es decir personas que, aunque tiene empleo, están por debajo del umbral de la pobreza relativa. En España, hay 940.000 personas en esa situación, en condiciones de privación severa de desarrollo personal y colectiva.

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Las distancia entre los universos de la pobreza y la riqueza continúan abriendo más la herida de la desigualdad. Sobre terreno tropezamos con numerosos ejemplos: Cruz Roja en la provincia de Pontevedra ha reorientado sus acciones priorizando en paliar antes que prevenir las duras consecuencias que la crisis económica provoca en incontables familias.

La estampa del desempleo en familia y la deficiencia de recursos comienzan a ser una constante que, lejos de decrecer, aumenta sin mecanismos que logren neutralizar una ‘bofetada’ diaria.

Los comedores sociales aumentan en un 20% el número de comensales que, cada jornada, se sientan a una mesa servida por la solidaridad alimenticia. Casualmente, el mismo porcentaje mencionado es el que, en el año 2011, fija el recorte efectivo de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD).

Da la sensación de que no existe una solución efectiva y equilibrada a medio plazo. En una espiral de desesperación, cada mañana recuperamos los problemas sociales con los que nos hemos acostado, por mucho que algunos desde las administraciones piensen que el paso de las noches es útil para borrar de la realidad cotidiana aquello que resulta “muy incomodo para gobernar»…

El exponente del decrecimiento multiplica de forma imparable hacia el infinito. Un desgraciado laberinto en el que muchos pueblos y sociedades llevan sumergidos desde hace décadas por factores de muy diversa condición y naturaleza. Ahora que la pobreza se instala con crudeza en nuestra realidad, y con previsión de hacerlo por un largo espacio de tiempo, estamos obligados a corregir una absurda teoría colectiva que situaba la principal amenaza global en el escenario de otras personas con las que podíamos o no solidarizarnos con ellas en la distancia.

Pero, admitir que han fallado las coordenadas del GPS es comenzar a reconocer que hemos infravalorado un grave problema humano por mero etnocentrísmo. Otra cuestión bien distinta es armar una solución que dé respuesta a las necesidades de una lucha real contra las causas y consecuencias de la probreza, tanto en el sur como en el norte…

El alcalde de las capacidades

Domingos Dosil quiso cerrar su ciclo vital siendo fiel a la homonimia de su nombre. Se marchó un domingo para formar parte de las inmortales referencias en los avances más progresistas que ha experimentado el universo de la discapacidad en Galicia.

Fundo con un sacrificio impagable la Confederación Galega de Persoas con Discapacidade (COGAMI). Tuvo la capacidad de aplicar las virtudes de la política, bien entendida, a la conformación de una red, sumergida en continuos desencuentros ante la imposibilidad de armonizar y canalizar las reivindicaciones de las personas con discapacidad.

Desde la ría de Muros y Noia, lograba alcanzar un nivel de inspiración social que le empujo a tejer una malla de asociaciones que representasen las múltiples realidades del ámbito de la discapacidad. Solo era cuestión de emplear con elevada capacidad una conciliación de micro realidades dentro de una gran realidad social.

El infatigable trabajo no ofreció resultados de forma inminente. Como suele ser habitual en los grandes proyectos “los primeros avances se hacen esperar para desesperación de sus fundadores o creadores”. Haciendo gala de una elevada paciencia, mucha paciencia, y habilitando la mente para hacer un buen uso de la inteligencia, recorrió un largo camino escogiendo las carreteras secundarias. Consideraba que, en este proyecto social, había espacio para todo y para todos/as.

La percepción colectiva de vivir en la misma residencia con una discapacidad comenzó a mudar de piel hacia posiciones y visiones más integradoras. Fue una talla labrada a conciencia con una inalterable abnegación. Estimó forzoso invertir el tesón necesario para no abandonar el objetivo de levantar uno de los pilares del Bienestar Social, a base de inyectarle cada mañana una cantidad de hormigón.

Recién cumplida la mayoría de edad, una mala brazada en la playa le sentó en una silla de ruedas para toda la vida. A pesar de la severa limitación, entendió que afrontar una paraplejia no era sinónimo de sumergirse en las profundidades de la exclusión social. Luchó y consiguió convencer a una sociedad ‘en pañales’ que la discapacidad no es más que una circunstancia más de la vida.

Las acciones por visibilizar, y no solo visibilizar sino también sensibilizar a personas con capacidad de decisión en las administraciones públicas desembocó en una conversión en las formas de gestionar los servicios sociales , por aquel entonces muy hermanados con el criterio asistencialista. 

No prescindió de lo andado, aunque se esforzó por modificar algunos itinerarios en el mapa social que, hoy en día, han sido asumidos y absorbidos por nuestro modelo de convivencia. Dosil fue un fiel creyente  en la política y sus beneficiosas consecuencias. Tanto es así que acabo siendo alcalde de su villa natal. Otro nuevo golpe a la normalización de la discapacidad.

Derribo los muros desde Muros de las conciencias más intolerantes e inflexibles. Por el camino dejo a voces que buscaba su desaliento y desmoralización. Pero, como buen estratega, dosificó todos los esfuerzos a disposición para gobernar como ‘un  alcalde de las capacidades’.

Refrigerador para las vacunas sociales

El terrible escondite del cartel de cartón arrugado y escrito con una caligrafía irregular, expuesto en plena calle, es una de las tantas consecuencias de un mal trato al Estado del Bienestar. Utilizar este envidiable sistema para medrar individualmente y acumular los máximos recursos económicos y materiales posibles, ¿no se sabe muy bien para qué?, es una epidemia sin terapia de choque conocida hasta el momento. Continuar leyendo «Refrigerador para las vacunas sociales»

La ‘prima de riesgo’ de los #Programas 20N

Es una jornada de reflexión en la existe la sensación política de que “todo está muy claro en España. Albergamos la incertidumbre de que esto sea positivo para una democracia”. Tal y como marca la legislación actual es un día destinado a meditar, pensar y calcular las consecuencias de un voto. La orientación del mismo se presupone que está basada en un previo ejercicio de contraste de programas electorales presentados por las formaciones políticas que pretenden representar las inquietudes y necesidades de la ciudadanía.

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