Una niña estudiando en una escuela impulsada por una ONG en Kabul, Afganistán, se transforma en la mejor imagen para proyectar al mundo. Para entrar, sin pedir permiso alguno, en las conciencias de aquellos que se muestran insensibles a mejorar las condiciones y las oportunidades de vida. Las organizaciones educativas en este país aseguran estar «preocupadas» por el progresivo aumento de la inseguridad y la caída de las donaciones externas. A nadie se le escapa que invertir en educación es hacerlo en los cimientos de un futuro inexpugnable. Se convierte en una vía eficiente para combatir el negocio de la guerra.
En la mayoría de las ocasiones, en las que la Paz y la Democracia se ha impuesto con contundencia, los esfuerzos en cultura y educación han sido determinantes para obtener un estado de convivencia equilibrado y bien organizado. Pese a esta aplastante realidad, no son muchos los escenarios en vías de desarrollo donde se aprovecha para construir en una sociedad formada. Todo lo contrario. Nos encontramos con destrucción, guerras, desplazados, muertes y destrucción.
Numerosos casos rodean nuestras vidas: Siria, Libia, Gaza, Liberia, entre otros lugares de mundo. Por no mencionar lugares donde otras manifestaciones de violencia se convierten en un verdadero freno para evolucionar hacia el Bienestar Social. En esos escenarios es donde la pobreza e injusticia social aprovechan las debilidades para perpetuarse en el tiempo. Castigando así a la población civil con un extrema dureza: Niños, jóvenes, mujeres o ancianos forma parte de la lista de candidatos a padecer las consecuencias de las hostilidades. Países como México, Honduras, El Salvador o Nigeria son el modelo de la inestabilidad colectiva a causa de una violencia proporcionada por la acción del narcotráfico, las maras, el tráfico de armas y la carencias de recursos básicos.
Esta reflexión colisiona con el reciente anuncio efectuado por la activista paquistaní Malala Yusafzai, quién donará la cuantía del Premio Nóbel de la Paz para reconstrucción de las escuelas de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA) en la Franja de Gaza.. La activista ha sido muy nítida y transparente en su discurso: «Sin escuelas no habrá Paz». Y para tal objetivo ha dispuesto de una partida de 50.000 dolares.
La última ofensiva en la franja de Gaza se saldó con un desastroso balance de medio millar de niños fallecidos a causa de las intervenciones bélicas. Y provoco daños en aproximadamente 65 escuelas. Es indiscutible que el camino hacia la pacificación y la estabilidad en la zona no pasa precisamente por esta clase de hechos que, a buen seguro, continuarán sin que nada, ni nadie, ponga remedio al asunto.
Aunque los avariciosos adinerados siguen sosteniendo la teoría que reportan mayores beneficios las armas que los libros y el conocimiento. Parece que, para las almas más deshumanizadas, resulta más atractivo el negocio de la destrucción que el de la construcción. Aunque la rentabilidad humana y social de un espacio repleto conocimiento y cultura, a todos los niveles, parece incomparable como arma de defensa y esperanza de futuro.