Consumo contra el cambio climático
(Foto: Wilson Morales/Cayambe, Ecuador)
Nuestra forma de consumir puede ser otra forma de incentivar o reducir la injusticia social y la pobreza: el comercio justo. Si somos participes de un modelo producción incumple los mínimos parámetros éticos y respetuosos con el medio y el entorno estaremos incurriendo en un acto lesivo, que tiene lugar aquí y consecuencias reales a miles de kilómetros.
En mundo actual, lo queramos ver o no se encuentra interconectado, a todos los niveles. Y evidentemente nuestras acciones más cotidianas y sus consecuencias pueden tener una traslación en otras latitudes. Implicarnos en el comercio justo pueden revertir una situación nociva para miles o millones de personales.
Beneficios comercio justo
Existen interesantes mecanismos que pueden revertir la tendencia negativa por la positiva. Es tan solo una cuestión de conciencia, sensibilidad y cambiar algunos hábitos. Aproximarse a las corrientes de comercio justo suele traer consigo inmejorables resultados: la compra de artículos de alimentación, textil o decoración con etiqueta de justicia social beneficia a productores, cooperativa, familias en riesgo de pobreza y suele desarrollar territorios comunitarios.
Al margen, afiliarse al comercio justo también coincide con una fórmula o mecanismo de lucha contra el cambio climático. En este sentido, la coordinadora estatal en España desarrolla una interesante e intensa campaña: “Le sienta bien a todo al mundo”. Alimentarse, vestirse o decorar nuestra casa con elementos que incidan en la mejora de las condiciones de vida de otras personas es indudable que siempre “le sienta bien a todo el mundo”.
Un axioma incuestionable.
(Entrevista con Marta Guijarro, portavoz de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo en España, en Contraparte, podcast dedicado a los derechos humanos y solidaridad en Onda Cero.es)