Activistas en la frontera sur
Comenzó en el año 2007 a salvar a personas inmigrantes que cruzaban el estrecho de Gibraltar. A quienes traspasaban la frontera de África con la intención de alcanzar la de Europa. Todos siempre tuvieron y tienen claro, hasta la fecha, que a su lado camina una abogada de sus vidas: Helena Maleno es una de esas mujeres convencidas en que los Derechos Humanos deben de ser defendidos hasta el final. Hasta las últimas consecuencias. Hasta el infinito.
Su intensa experiencia lleva aparejados unos números redondos, una suma matemáticamente perfecta: diez años en acto de servicio durante las 24 horas. De día y de noche alertando a los efectivos de Salvamento Marítimo de que las pateras se lanzan a la incertidumbre de un mar inclemente. Que mujeres, niños y hombres navegan entre la esperanza y la desesperanza. Entre dos puntos opuestos: vivir o morir.
No fueron pocas las veces que hemos llorado el dolor ajeno de quien finalmente naufragó antes de llegar a su destino final. Aunque, en ocasiones, también hemos sido participes de algún rescate o arribada a la otra orilla (la nuestra) que nos ha permitido celebrar que la vida continua para aquellos que arriesgan persiguiendo un futuro con futuro.
Litigio judicial
Ella y su inagotable activismo, canalizado a través de su ONG Caminando Fronteras, nos ha familiarizado con el término ‘Boza’ que, a base de repetirlo, hemos aprendido a entonar con un cierto estilo. Una de esas pocas palabras preñadas de ilusión y optimismo ante la espinosa realidad del emigrante invisible. Solo reservada para las ocasiones en las que luce la vida ante la alargada sombra de la muerte en el Estrecho, cuando una patera arriba a las costas españolas.
Hubo ocasiones en las que demostró con hechos, y no solo con palabras, que las políticas migratorias de España y Marruecos habían recurrido a un rodillo letal para los derechos más fundamentales: las devoluciones en caliente o las deportaciones masivas se convirtieron en motivo de denuncia reiterada. Una causa, una batalla que ha situado a Helena en el punto de mira de la justicia marroquí.
Ahora, una causa iniciada en España conduce a un insustituible referente de los derechos humanos a tener que prestar declaración, de nuevo, el próximo 31 de enero en un juzgado de Tánger (Marruecos), por una supuesta vinculación con redes de trata de personas. Una citación que viene precedida de continuas amenazas de muerte e incontables calumnias y ofensas dentro y fuera de redes sociales como Facebook o Twitter.
Pero, la fórmula implementada por ambos estados ya resulta todo un clásico: forma parte de un protocolo que instrumentaliza el aparato judicial con la finalidad de amparar y enmascarar actuaciones inaceptables en los puntos fronterizos y en las labores de vigilancia de aguas que separan el sur del norte.
Y no sería extraño que la perfecta fábrica de la invención abriese, próximamente, la puerta de alguna cárcel por incurrir en el “delito de salvar vidas”. Por evitar más días de luto cada amanecer. Se cometa o no esta injusticia, Helena Maleno es el ejemplo, el estímulo, la mejor excusa para propiciar que los caminos continúen.