Capacitados para ojear la vida

Ponerle unos ojos funcionales y eficientes a la discapacidad visual solo centra la mirada en un ser vivo muy hábil y, especialmente, generoso: el perro guía. Se ha convertido en una respetada figura en sociedad por su demostrada valía y aportación a una integración normalizada.

Tras un exhaustivo adiestramiento en la escuela de referencia de la ONCE,  los expertos deben analizar si el animal pasa el corte o no por las cualidades que presenta para desempeñar la difícil labor de ver por quienes no pueden o lo hacen con dificultad.
No todas las razas de perros son posibles para compartir la vida de una forma tan singular con una persona invidente. Los Labradores, Golden Retreiver o Pastores Alemanes se convierten en los preferidos para sortear los riesgos y amenazas de no poder ver la realidad, que nos rodea, con la nitidez precisa.
La inteligencia responde a una virtud común a todas los perros guías que trabajan orientando a su dueño. No pondrán, jamás, en peligro la integridad de quien confía en sus ojos para desenvolverse en el día a día. Su comportamiento en lugares públicos obedece a una absoluta discreción cumpliendo con su parte en las normas de convivencia.
Otra cosa bien distinta es la aceptación que el perro, con esta misión social, tiene en algunos espacios. No es la primera vez, ni será la última, que un perro de estas condiciones sufre la prohibición de subir a un taxi, traspasar la puerta de un establecimiento de hostelería o alojarse con su propietario en la habitación de un hotel.
Para algunas conciencias, el perro es sinónimo de ser inferior que debe permanecer en un lugar diferente a las personas por diversos motivos, en muchos casos injustificados, que no vienen al caso. Cabe recordar que el derecho de acceso de las personas ciegas o con deficiencia visual, usuarias de perro-guía, está garantizado por leyes dictadas por las distintas Comunidades Autónomas. En aquellos casos en los que la normativa autonómica no contemple nada al respecto, se aplicará la regulación estatal contenida en el Real Decreto 3250/1983, de 7 de diciembre.
Pero, a pesar de tener una legislación integradora y muy clara sobre este particular, los casos de discriminación y exclusión se siguen registrando, por desgracia. La falta de sensibilidad colectiva forma parte del catalogo de problemas que padecen las personas con carencias visuales.
Muchas, si las condiciones lo permiten, deciden matricularse en el camino de la integración gracias a las excelentes propiedades  y mejor intuición del afamado ‘Perro Guía’. Por contra, existen otras miradas que poco o nada contribuyen a la normalización de las personas con discapacidad visual por no aceptar a quienes presentan diferencias físicas, psicológicas o cognitivas.
Afortunadamente, corremos la suerte de tener quien trabaja con fidelidad y devoción en que, quien no pueda, se sienta capacitado para ojear la vida a su antojo.

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