Virus invisible

La pobreza en España

Crecen las posibilidades de que más de 2,5 millones de la población española alcance, o más bien, cruce el umbral de la exclusión social. Los últimos datos conducen a ese riesgo de traspasar líneas rojas inexploradas para muchas personas que nunca pensaron llegar hasta el fondo del pasillo de la pobreza relativa. El impacto del Covid19 ha extendido la alfombra para que desfilen otras clases de crisis como la social o la económica.

El gobierno busca en el Ingreso Mínimo Vital (IMV) una fórmula para atenuar los efectos humanos de una depresión de dimensiones desconocidas. Al desempleo forzado se le añade la falta de recursos que proporcione una autonomía para acceder a lo más básico. Con esta medida se intenta minimizar la fábrica de pobreza en la que, poco a poco, se va transformado uno de los países del sur de la Unión Europea.

Resultan imborrables las imágenes de personas haciendo cola no solo para entrar en el supermercado, guardando turno para cumplir con las normas de seguridad y distancia social, sino para obtener alimentos a las puertas de alguna organización social que ha decidido echarse a la espalda la emergencia social de su barrio o comunidad.

Ingreso Mínimo Vital

Ahora bien, todos los indicadores apuntan a que el IMV también creará diferencias entre las personas de escasos recursos porque sus limitaciones impedirá que llegue a todos los rincones afectados por la pobreza.  El gobierno español planea gastar 3.000 millones de euros anuales en este programa para atender a aquellos ciudadanos desprovistos de lo más mínimo. La renta social, de momento, solo entrará en 850.000 hogares.

Una decisión que llega tarde, con enorme retraso, y tras el duro golpe de una pandemia sin precedentes en un territorio que, actualmente, tiene la tasa más alta de pobreza relativa de toda Europa Occidental y busca integrarse en la media de la UE. Pero, al margen de aspiraciones políticas, es inquietante el hecho de que España corre el serio riesgo de que la pobreza relativa sólo sea el recibidor de la pobreza severa. Una evolución natural cuando no se combate con garantías y eficiencia otro virus igual de invisible o más que el coronavirus.

El microscopio de la política está obligado a centrarse en la responsabilidad de frenar, sin dilación, la temida brecha entre ciudadanos ricos y pobres. Porque de no hacerlo se avecina una convivencia social repleta de conflictos y una sociedad inundada de desigualdades.

¡El tiempo apremia!

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