¡Vamos con ello!

La islamofobia cambia la calle por la red

El último informe, y ya van cuatro, de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia confirma que los casos con este ADN han crecido en redes sociales. Pasan de lo analógico a lo digital. De lo físico a lo virtual. A puerta cerrada y bajo las grandes ventajas que concede el anonimato o una falsa identidad. Aprovechando esas condiciones se destilan actitudes de fobia contra el diferente. Contra quien habla, viste, piensa, cree en algo distinto. Aquel que se escapa al control del modelo rígido preestablecido será objetivo de los apasionados de la aversión.

Desgraciadamente, residimos en un presente en el que el número de fobias, lejos de reducirse, crece de manera exponencial a medida que el mundo y sus pueblos se encuentran más interconectados, gracias al supuesto poder ciudadano que otorgan las nuevas tecnologías.

Varias clases de fobias

En los últimos tiempos, la islamofobia ha logrado convertirse en la hermana destacada de una amplia familia compuesta por latinofobia, gitanofobia, africanofobia, negrofobia, indofobia, homofobia o aporofobia, entre otros. Sin olvidarnos de la prima hermana llamada misoginia.

Los comportamientos de odio, discriminación, racismo y xenofobia siguen navegando con extrema ligereza por una red que transmite una sensación de impunidad absoluta a quien, desde un teclado, fabrica mensajes cargados de una ideología que sacude lo más básico de los Derechos Humanos: la opción de convivir integrado, desde el respeto, la tolerancia y el reconocimiento queda reducido a un bonito escenario teórico, avalado por un fastuoso texto incluido en la Constitución, que el dogmatismo social contra el diferente se encarga de reventar.

La frecuencia de las situaciones cargadas de racismo y xenofobia se registran al mismo ritmo que el paso de la horas. Sin embargo, al contrario, las evidencias indican que el tiempo se toma su tiempo para regalar un par de casos en el que las fobias han sido anuladas por las filias de las tolerancia y la multiculturalidad.

Y el reto colectivo solo tiene una dirección: reducir el número y el tipo de fobias en favor de un incremento de las denominadas xenofilias (admiración por la cultura, las tradiciones y las personas de otros países).

Desde luego, es tan solo una cuestión de prefijos y un poco de esfuerzo por cambiar los sufijos en nuestra forma de pensar y entender el modelo de vida y cultura de otras personas.

¡Vamos con ello!

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