Una infancia perdida por Europa

Todas las alarmas acaban de saltar en la UE ante la estimación que apunta a una masiva desaparición de niños. Según Europol, al menos 10.000 niños refugiados podrían haber desaparecido nada más llegar a Europa. Existen dos hipótesis sobre las causas de importante cifra de menores en paradero desconocido: algunos de ellos han sido amparados por familiares sin conocimiento de las autoridades y otros se sospechan que podrían haber caído en manos de organizaciones de tráfico de personas.


En el primero de los casos se trata un mero descontrol administrativo que no comprometería la vida de los pequeños. En el segundo, la escena es muy preocupante. Se trata de uno de los daños colaterales de la guerra Siria a la que Europa parece obviar cuando desatiende a las familias que arriban a las costas huyendo del conflicto. No es la primera vez, ni será la última, en la que las Agencias de Naciones Unidas denuncien la continua amenaza de los niños y mujeres refugiados de ser presas de las redes de tráfico de personas.

La distraída mirada de la política europea, ante este drama humano, no adoptando medidas determinantes, va regalando espacio a las tramas y a organizaciones dedicadas a las actividades ilícitas. Salir de una guerra para acabar en otra no es, precisamente, el destino deseado o buscado por todas las personas abandonan el país sirio. Evitar las balas para caer una red de tratas, que pongan un suculento precio a la vida del refugiado, es lo mismo que extender el problema y no resolverlo. No poner freno, con medidas exhaustivas de control, a quienes se organizan para practicar el secuestro en los puntos fronterizos de llegada y en los campos de refugiados, acaba por sacar los colores reiteradamente a una Europa que ha mostrado su cara más insolidaria y, ahora, también está dispuesta a poner en cuestión su propia seguridad y eficiencia policial.

Una vez más, el modelo de UE queda más expuesto a la crítica por sus debilidades que por sus fortalezas ante la deficiente respuesta en casos de Ayuda Humanitaria. Y lo más curioso es que la fórmula y manera en la que se diseño la conjunción de países que integra el proyecto europeo se ha convertido en su principal enemigo.

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