En medio de la calle; ocupando unos metros cuadrados que se pueden contar con los dedos de una mano, la niña de etnia gitana tocaba el acordeón con la misma dulzura que inocencia. Lo hacia en las proximidades de una estación de metro de la ciudad Atenas. Acomodada en los adoquines de la vía, destacaban ciertos contrastes como el de su oscura piel con la camiseta blanca y el pantalón rosa chillón.
La mayoría de los transeúntes sentían un cierto agradecimiento por toparse, sin buscarlo, con una escena tan amable para el sentido auditivo y visual. Desde luego, escuchar su música resulta más reconfortante que ponerse analizar sus pésimas condiciones de vida. Pero, en un país como Grecia, la pobreza urbana aumenta al mismo ritmo que la indiferencia social ante un gran problema humano.
Afortunadamente, todavía prevalece una cierta sensibilidad hacia las manifiestas injusticias. Mientras la menor hacia sonar su instrumento, una pierna enfurecida de xenofobia y racismo dirigió un contundente golpe contra su menudo cuerpo para sorpresa de todos. Lo hizo hasta pisar el muslo izquierdo. Una ágil cámara del fotógrafo Dimitris Messinis, de la Associated Press, captó el incomprensible momento de la agresión.
Este repugnante hecho despertó las iras y la censura colectiva de quién se propuso pisotear la dignidad de una ‘pequeña morena’ a píe de calle.
Por su parte, el Departamento para la Protección de la Infancia abrió una investigación para dar con la identidad y tomar las medidas oportunas contra la mujer que golpeó a la niña.