‘La bestia’

Es la consecuencia de muchas realidades preñadas de injusticia social y pobreza. Un paseo kilométrico a lomos de un tren de mercancías que se ha convertido en el canguro de miles de personas que huyen de sus raíces. De ese lugar que les vio nacer y crecer. De esa escena en la que residieron, en otras condiciones, padres y abuelos. Pero, la situación aprieta tanto en el cogote, en los últimos tiempos, que no queda otra que hacer el petate y dejar todo atrás. Sin tiempo para meditar sobre lo que se queda en el pasado y sobre lo que metemos en la mochila del presente.

Varios factores empujan a familias enteras a poner unas nuevas coordenadas en el GPS. Destacan tres, por encima del resto: la continua falta de tres comidas al día, la imposibilidad de cobijarse en una vivienda digna y la constante amenaza de la Maras (pandillas organizadas especializadas en la extorsión y la violencia). Normalmente, el norte parece la opción más recurrente como huida hacia adelante. En muchas ocasiones, se convierte en la única. Y toda la apuesta queda reducida a una sola carta. La vida del migrante centroaméricano es así de incierta. No dista mucho de aquellos pueblos nómadas, de la época prehistórica, que erraban con el objetivo de asentarse en un lugar en el que garantizar las necesidades básicas.

Con la misma o parecida perspectiva se peregrina a día de hoy cuando se busca el paso entre México y Estados Unidos. Se trata de saltar de un mundo a otro en el que supuestamente algunas puertas se encuentran entornadas para quien persigue una leve oportunidad. Para aquel que anhela dar un giro de 180 grados a su existencia. Sin embargo, nada es lo que parece. Llegar hasta la frontera supone asumir e interiorizar una cantidad de riesgos que logran despertar toda clase de miedos; desde los más racionales hasta los más irracionales. Obliga a recorrer varios países hasta arribar a Guatemala.

A partir de ahí, comienza un arriesgado pasaje a bordo de ‘La Bestia’; una travesía que en nada se asemeja a un placentero viaje por tierras mexicanas. Se trata de poner en juego las mayores dotes de supervivencia; al parecer, la muerte se encuentra al acecho en cada cambio de agujas. Y solo cabe esperar una pizca de suerte y otro tanto de solidaridad de las patronas que, a píe de vía, dedican su tiempo a alimentar a hondureños, salvadoreños, nicaragüenses o guatemaltecos, entre otros.

La gran mayoría no solo está obligada a mantener el equilibrio durante todo el trayecto. También, debe lograr algo todavía más difícil: vencer la partida al sueño porque dormirse sobre el techo del tren es lo mismo que llamar al timbre de la muerte. Una variante de la hipotermia sobre raíles que miles de seres humanos, desgraciadamente, no han podido evitar. Dejando el viaje inacabado.

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