Silya Ziani, voz de libertad en el RIF

Silya Ziani, activista de Derechos Humanos en Marruecos

El desnorte del país más al norte de África no es una novedad. Desde hace décadas dejó de serlo. Tampoco es algo que, con los antecedentes conocidos, pueda sorprender a nadie. En su obsesivo afán por aplacar y neutralizar las reivindicaciones sociales, todo un ‘señor’ Estado ha resbalado, de forma reiterada, en un descarado incumplimiento de los Derechos Humanos.

Y entre los cómplices más estrechos se encuentran los vecinos de España. Ese país que, últimamente, practica la conocida devolución ‘en caliente’ cuando una persona traspasa o salta las vallas de Ceuta o Melilla sin tener regularizada su situación. En síntesis, carecer de los papeles necesarios para cruzar la frontera con la finalidad de permanecer en territorio europeo, buscando una remota oportunidad, concede de una extraña legalidad que permite pasar por encima de lo fundamental. A esos argumentos se agarra el Ministerio del Interior español para no valorar y estudiar cada una de las expulsiones que realiza a Marruecos. Algo que se produce a diario. Un lamentable drama que la crisis humanitaria de los refugiados, en los últimos años, tras la explosión de la guerra en Siria, ha relegado a un segundo plano en el teatro de la vida. Una o varias realidades llevadas a un ostracismo interesado.

Es conocido que a la sombra de otro gran asunto la represión puede funcionar con mayor impunidad sin riesgo a ser denunciada y, mucho menos, escuchada. Un peligroso juego en el que andan a un lado y a otro. Hace unos años, tras el surgimiento de la primavera árabe, en el norte del Magreb los colectivos sociales, inmersos en la defensa de los valores democráticos y humanos, se hicieron fuertes. Se vinieron arriba con todas las consecuencias para estupor de un gobierno como el marroquí, muy poco acostumbrado a escuchar una leve replica del pueblo ante sus opresivas decisiones.

Como consecuencia se procedió, sin evidencias, a la detención del activista Boubker El Kamichi y la activista Wafa Charaf. Una valiente mujer que fue condenada a dos años de prisión y sometida a continuas vejaciones, maltrato físico y psicológico por sistema o como parte integrada de un sistema habituado a recurrir al dolor como vacuna contra la disidencia. Días y días en los que se despertó amenazada por la tortura y se acostó torturada, padeciendo uno de los episodios más oscuros de su existencia. Y tanto sufrimiento llegó a presidir su vida por el mero hecho de evocar libertades en un asfixiante cuarto llamado Marruecos.

Estos días, en el RIF, en la parte más oriental, Silya Ziani, otra mujer de 23 años, ha sido detenida por rebelarse ante la pobreza educativa y sanitaria, entre otras. Aparcó la universidad para unirse al movimiento de protestas sociales y económicas de la zona. Su talento musical ha permitido prestar su artística voz a homenajes de activistas apresados como el líder Nasser Zafzafi.  Su inquebrantable militancia y sus incisivas reivindicaciones exigiendo “universidades, hospitales o infraestructuras para la región” se han convertido el legítimas batallas que, ahora, infelizmente, librará desde una cárcel en Casablanca. Quizás, ocupando la celda vacía que, hace unos meses, dejó Waffa.  Aunque no hay duda que esta voz de libertad se seguirá escuchando a pesar de las recias mordazas.

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