El relevo de la mentira

Las últimas noticias recibidas de Siria no pueden ser más desesperantes. Una de esas historias de la que se conoce su principio pero no se atisba un final. Son ya más de cinco años bajo las bombas y las balas. Un lustro preñado de dramas y horrores.

Y cuando todo parece inventado emerge una nueva idea para incrementar el nivel de crueldad: un ataque químico perpetrado en la localidad de Jan Sheijun, en la región de Idlib, imprime un nuevo estilo a esta repugnante guerra. Una de esas fórmulas bélicas que no ofrece un posible refugio para la población civil. Que no regala la posibilidad de esconderse en ese pequeño rincón donde dar un plus de continuidad a las constantes vitales. Que hace inservibles los santuarios en los que la vida tiene prohibida la entrada a la muerte. El perfecto escondrijo donde evitar la letal acción de los francotiradores, los tanques o el vuelo rasante de los aviones pilotados por un ejército dirigido por el mismísimo diablo.

La atrocidad ha logrado saltar todos los bloqueos y fronteras. La información ha eludido toda clase de control y nos ha golpeado en las conciencias con la máxima contundencia. Ya se conoce la cifra de fallecidos, los nombres y apellidos de las víctimas y hasta tenemos imágenes que no dejan lugar a dudas: “el pasado ha viajado en la mochila del presente”. Las técnicas ideadas en la Segunda Guerra Mundial han vuelto a ser todo un recurso para los fríos y deshumanizados estrategas militares. Ahora, una parte del conflicto acusa a la otra de tal acción, y viceversa. EE.UU y Occidente señalan con el dedo índice al Régimen Sirio. Y el aparato del dictador Bashar Al Assad reprime las acusaciones sumergido en el silencio o negando los hechos.

Entretanto, más de veinte niños fallecieron al inhalar un gas caído del cielo. Tras una agonía marcada por disneas, bradicardias, dificultades respiratorias, convulsiones y contracciones del iris, entre otros síntomas. Varios expertos analizaron la zona y hallaron muestras de varios posibles agentes químicos, entre ellos el fósforo. De momento, solo se puede concluir que el ataque ha sido demoledor para la parte más indefensa del conflicto. Para quienes todavía esperan una respuesta convincente de los adultos para poder entender el por qué existe una guerra tras otra.

Hace años, exactamente 14, tres países de occidente (Estados Unidos, Reino Unido y España) adoptaron la decisión de intervenir en Irak por la supuesta existencia de armas de destrucción masiva. Se escenificó y pasó a la historia como la foto de las Azores. Aquello fue una de esas amenazas envueltas en el lazo de una indignante mentira. Por desgracia, hemos subido unos cuantos peldaños y sobre terreno ya tenemos rociado el armamento químico, a pesar de las prohibiciones de órganos internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU. En este absurdo juego de la guerra, la mentira ha logrado entregar el testigo a la verdad.

Así, el relevo ya está hecho. 

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