Una salud infantil amenazada por las negligencias políticas y sociales

Seguimos fracasando como seres humanos en el momento que izamos la bandera de la humanidad. Insistimos en utilizar una de esas telas de mala calidad que el tiempo evidencia con la degradación de los colores y la propia insignia. La insaciable meta del enriquecimiento personal y una nefasta distribución de los recursos construye un escenario marcado por la desgracia para cerca de 350 millones de niños en el planeta.

No es la primera ocasión que Save the Children intenta atizar en las conciencias con la escalofriante confirmación de una escasez de primer orden. Acaba de denunciar que «son necesarios 3,5 millones de trabajadores sanitarios para garantizar una mínima atención infantil en el mundo». El mayúsculo, por no decir global, problema no empieza y termina con este dato aportado por la ONG.

Al parecer, este hecho podría amenazar, en algún momento, a la vida de centenares de millones niños y niñas que a lo largo de su existencia no recibirían una mínima asistencia sanitaria cualificada. Dicho de otra forma, nunca sería atendidos por un profesional técnico en esta materia, circunstancia que reduce la esperanza de vida a un máximo de cinco años en países como Liberia, Etiopía o Nigeria.

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De media, los actuales sanitarios distribuidos en áreas y regiones del mundo con un nulo Estado del Bienestar (EB) precisan de dos horas para responder ante una necesidad en los ámbitos rurales, donde la rebaja de los índices de mortalidad infantil son un objetivo hueco y anodino con los actuales recursos. Por lo visto, solo en las áreas urbanas existen servicios dotados con trabajadores de esta categoría en una mínima proporción.

Lo destacado de estas ‘deshumanizadas’ referencias es que la última asamblea de Naciones Unidas (ONU) tuvo conocimiento de este informe relacionado con la calidad de la atención sanitaria a la Infancia. «La formación de nuevos técnicos podría redundar en actos sanitarios tan básicos como la  óptima dispensación de una vacuna o la buena atención en los partos».

Como ya es norma, los países presentes en el marco de la ONU lamentan tal situación, pero, tal y como marca el guíón, a continuación se ponen de perfil para no verse obligados a ocuparse de un problema «de todos, y de nadie».

Y no alberga dudas que este irresponsable comportamiento político vuelve a dejar al trasluz que los Objetivos de Desarrollo del Milenio comienzan a ser un estorbo por la proximidad del año 2015. Para algunas naciones y sus gobernantes, el cumplimiento de los compromisos transnacionales resultan inviables ante la actual situación de crisis económica que «todo lo argumenta, y todo lo ampara».

Un río turbulento de la economía que confluye en el afluente de una descarada y abominable excusa para encarcelar en el cajón del olvido el objetivo número 4 (Reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años), el objetivo número 5 (Mejorar la salud materna), e incluso el objetivo número 6 (Combatir el VIH/Sida).

Mientras prevalece esta nefasta y letal táctica en las decisiones políticas, las futuras generaciones continuan a la espera de que la humanidad aumente las distancias con esa bifurcación que conduce al estrepitoso camino del fracaso colectivo.

Por el momento, urge que el verdadero recorte se produzca en los actuales tiempos de respuesta ante continuas negligencias internacionales en el estricto cumplimiento de los retos de desarrollo marcados para el presente milenio.

Por eso, seguir sometiendo la salud infantil a la amenaza de la negligencia política y social es una indignante forma de renunciar a los principios básicos y fracasar definitivamente como seres humanos.

Caracteres de odio con el cuerno de África

El asombro sigue siendo dueño de una injustificable situación generada en tan sólo 146 caracteres. La lectura de dos esperpénticas frases construidas por una representante de la política en el Principado de Asturias congelan cualquier intento de comprensión y respeto ante una opinión. En esa comunidad autónoma, la responsable del área de Educación de  Nuevas Generaciones del Partido Popular, Salomé P.Villaverde, lanzó un tweet desbordante de la mayor muestra de insensibilidad, ausencia de conciencia solidaria y, en definitiva, absoluta falta de humanidad. Continuar leyendo «Caracteres de odio con el cuerno de África»

Cuando el virus de la pandemia se disfraza de ERE…

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Un email cargado del virus de la discriminación significó un despido fulminante para un joven letrado que prestaba brillantes servicios administrativos en una empresa dedicada a la gestión pública y privada. De una rotunda y sonora felicitación a firmar una carta de finalización de contrato.

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La amarga canción de las balas a las puertas del ‘cole’

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La crítica situación social de México, en algunos estados más que en otros, es de tal embergadura que el propio sistema muestra continuas evidencias de incapacidad para mitigar y reducir el grado de violencia existente, así como sus diversas manifestaciones.

Nadie osa salir a la calle en horas nocturnas, a no ser que sea imprescindible por una causa muy justificada. Toda precaución por conservar la integridad intácta es siempre una medida muy excasa. Dar respuesta a una urgencia puede tener unas consencuencias impredecibles y, en ocasiones, letales. Poner el píe en la calle es un hecho similar a invertir toda la suerte disponible al reto de regresar a casa sin un rasguño.

A esta inconfundible realidad parecen estar adaptados los ciudadanos de La Estanzuela, un barrio ubicado en Monterrey, capital del estado mexicano de Nuevo León. Y, en especial, la maestra, Martha Ivette Rivera.

Hace unos días, impartía clase para alumnos/as de infantil con absoluta normalidad en una modesta escuela, ubicada en la periferia de la capital. En el exterior, dos bandas rivales comenzaron a dar señas de falta de entendimiento y de utilizar métodos ajenos a las enseñanzas propias de un colegio.

Con las armas desenfundadas y cargadas de munición hasta el máximo de su capacidad, comenzaron el intercambio de proyectiles que sobrevolaban las cabezas de más de una docena de pequeños. Con un acentuado instinto maternal, la maestra opta por invitarles a jugar con los cuerpos tendidos en el suelo con dos objetivos: velar por su seguridad y atenuar el miedo de los pequeños/as ante tal hostil situación.

Les acaricia con una tierna frase: «¡Preciosos!, pongan su carita en el piso. No pasa nada».

Martha se arma de coraje e inicia una improvisada clase de canto con los pequeños tendidos en las baldosas del aula, mientras, el letal sonido de la detonación de los proyectiles insiste en intentar interrumpir la hermosa canción infantil, interpetrada bajo la batuta de una valiente docente.

Por unos minutos, consigue situar en un segundo plano el fuego cruzado, incesante en el exterior de las instalaciones escolares. Alguna inocente sonrisa se escapa en una terrorífica escena. Una pequeña, peinada con una larga y desordenada coleta, enseña sus traviesos dientes al oir los primeros compases de la canción: «Si las gotas de lluvia, fueran de chocolate…».

Una dulce escena como contraofensiva a una invasión  perpetrada por los embajadores de la muerte, a golpe de gatillo. Todo un arrojo que podemos admirar, gracias a la cámara de video del teléfono móvil que no racaneo a la hora de grabar la hazaña.

Una improvisada clase de música, impartida bajo una lluvia de balas, se convierte en protocolo de urgencia para salvar a todos los niños y niñas del jardin de infancia. Mientras, cinco taxistas ilegales asesinados es el saldo del enfrentamiento armado por las dos bandas rivales del narcotráfico.

Vida en el interior. Muerte en el exterior. Es el resultado de un episodio reconocido por las autoridades mexicanas que han otorgado una distinción a la maestra por el valor y coraje durante más de media hora de tiroteo. «No es la primera vez», asegura.

La balacera (Acción de tirotear o tirotearse) no es un hecho aislado a las puertas de un centro educativo de México. Por desgracia, la frecuencia ha tomado por la fuerza la normalidad de los centros de enseñanza. La región sigue sumida en continuas reyertas por el control de las rutas del contrabando a Estados Unidos.

Pero, recurrir a una canción como escudo de protección es solo una original estrategia alejada de la solución real. Lo que resulta incomprensible,  y hasta intolerable, es confirmar una extendida resignación social ante la reiterada amenaza de sus niños/as por la amarga canción de las balas a las puertas del ‘cole’.