Puntos negros y blancos en común

Hemos estado en el África Negra. En ese pequeño rincón del centro del continente en el que se habla el español, al margen de otras lenguas étnicas de enorme tradición cultural. A esto último no llegaron nuestras habilidades comunicativas. Dominar el idioma fang,  ndowé o combe parece un gran reto de futuro.

 Aún así, logramos entendernos en la mayoría de las ocasiones. Incluso, en las más alejadas de la civilización, fuimos capaces de conocer la realidad de una sociedad en pleno proceso de emigración a las grandes ciudades: Bata, Malabo, entre otras.
Guinea Ecuatorial experimenta la misma evolución que vivieron otras culturas y países en el pasado. El éxodo hacia el asfalto también tiene un efecto contagio en todos los lugares del mundo. Otra cosa bien distinta es la calidad de vida que puede ofrecer una ciudad de grandes o medianas dimensiones.
Los más jóvenes piensan – a veces con desprecio – que el campo, el bosque, la selva forma parte de una generación a la que no pertenecen. Esta errónea perspectiva les lleva a renunciar, en parte, a sus raíces. Y parece evidente que sólo la fuerza de la madurez podrá revertir esta incorrecta visión. Se trata de un proceso natural por el que todas las sociedades pasamos.

Dicen los entendidos en disciplinas como la sociología que este panorama tiene hundidos sus precedentes en hechos históricos de la revolución industrial europea. En suma, todos los pueblos depositan grandes esperanzas en un supuesto desarrollo social y humano en las concentraciones urbanas. No se sabe muy bien por qué, pero es así.
Analizando, escuchando y viviendo integrado horas y días en varias villas guineanas encontramos una falta de estructuras y modelos fundamentales para dar una firme respuesta a quienes tomaron la decisión de abandonar la aldea, y pasaron a formar parte del etéreo censo de población de una metrópoli.
La vida sumergida en el bosque (como ellos llaman a las áreas selváticas) o en comunidad se ha convertido en una opción solo reservada y destinada a los nostálgicos de edades mayores que resisten atrincherados en sus modestas viviendas del rural.
Pese al enorme contraste social y cultural entre África y Europa, la intersección es inevitable. Existen puntos en común que unen al ser humano en diferentes latitudes: la búsqueda de oportunidades o apuntalar el futuro de esperanza son comportamientos muy habituales que se reproducen en cualquier punto del planeta.
Tan lejos, y a veces tan cerca…

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