Al calor del pequeño refugio

Cientos de miles de refugiados sirios están sufriendo las consecuencias de las fuertes tormentas de nieve de este inicio del invierno en Líbano y Jordania. Huyen del conflicto y tratan de salvar la vida aunque esto signifique vivir en las duras y complejas condiciones de un campo improvisado a la intemperie, repleto de personas con las mismas necesidades: retomar lo abandonado por la fuerza.

De momento, sobre terreno, Save The Children trabaja en la distribución de comida caliente, ropa y kits para que las familias combatan el invierno de mejor forma posible. Las inclementes condiciones todavía pueden empeorar más entre los meses de noviembre y febrero. Por aquel entonces, las temperaturas pueden haber caído hasta los -6°C.

Estas gélidas escenas forman parte de un dramático álbum, todavía inacabado, de imágenes reales sobre la vida de los refugiados. El polvorín de Siria, sobre el que nadie ha mostrado la capacidad suficiente como para recomponer el complejo puzzle político, no es solo un lugar del mundo donde las balas y las bombas amenaza con toda impunidad la vida de las personas. Es también un lugar donde, cada amanecer, las familias viven con el estrés emocional de si llegaran a acostarse siendo uno menos. Cuando esto no ocurre sale todo el aire contenido en los pulmones. Y, al día siguiente, vuelta a empezar: «Mañanas tristes, noches alegres».

Por contra, en los campos de refugiados, los principales riesgos pasan por el estomago y la salud. Poder comer algo y contar con el acceso asegurado a medicamentos forma parte de un lujo, en muchas ocasiones, inalcanzable. To se resume a vivir bajo una lona, dependiendo de la cooperación internacional, esperando a que todo pase para regresar a casa. Esta espera, a medida que pasa el tiempo, va alimentando una agonía vital con carácter indefinido. Pequeños y mayores se hacen cientos de preguntas al calor de un fuego rudimentario, casi prehistórico.

El inmenso interrogante, para estos miles de seres humanos, crece y crece sin limites. Y, siempre, atropellados por la incertidumbre sobre qué puede suceder, en las siguientes horas, con su futuro.

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