Las palabras van subidas en el tren de la valentía. No existe un ápice de pose estética. Se trata de una confesión que sale desde las profundidades de un corazón noble; allí donde todo es real y sincero. Dieciséis líneas que allanan la conciencia sin cometer delito e irrumpen en las emociones como los vientos enfurecidos de un temporal de invierno.