El desnorte del país más al norte de África no es una novedad. Desde hace décadas dejó de serlo. Tampoco es algo que, con los antecedentes conocidos, pueda sorprender a nadie. En su obsesivo afán por aplacar y neutralizar las reivindicaciones sociales, todo un ‘señor’ Estado ha resbalado, de forma reiterada, en un descarado incumplimiento de los Derechos Humanos.