La pobreza ya es portada…

Son numerosos los semblantes de la pobreza actual que se presentan en lugares donde hace menos de un lustro los coches de alta gama no extrañaban a nadie. De nuevos ricos a nuevos pobres. Esa ha sido la mala jugada de un sistema estrangulado por una mentira reconvertida a una tosca verdad: “La pobreza se vestía de riqueza en el Estado del Bienestar”. Una estrategia perfecta, propia de los militares más experimentados en distraer al enemigo.

La crisis actual no es más que una expresión del desastre social y humano protagonizado por unas ambiciones envenenadas de materialismo. No hay vuelta atrás. Se coló en nuestra vidas el conocido ‘Sueño Americano’ con la notable variante de una cultura que no sabe esperar;  “que se impacienta por llegar a ver el amanecer cuando la luna todavía está situada en el oscuro horizonte”.

El trueque no funcionó. Y, ahora, el pago de las consecuencias se torna muy duro. Cola para solicitar un empleo. Cola para tramitar la prestación del desempleo. Cola para implorar un aplazamiento de la condena en forma de hipoteca bancaria. Cola para comer y beber esta misma noche. En definitva, cola para vivir un día más…

La evolución ha sido imparable. De menos a más. De pilotar un gran vehículo a conducir a la familia a las puertas de un centro de distribución de recursos básicos. ¿Comer o morir? Un cambio extremo, tanto, que las actuales condiciones se han convertido en un amargo trago (difícil de digerir) ante la promesa del “amor eterno con una cómoda y desahogada existencia”. No ha sido así.

En la puerta de atrás del voraz sistema capitalista, se hallan millares de personas golpeadas sin piedad por la pobreza relativa, en algunos casos, y pobreza absoluta, en otros. Hubo quien frivolizó con su exterminio. Pero, respondiendo a patrones habituales de los denominados virus inteligentes: «una nueva mutación acabo derivando en una incontrolada epidemia con nuevas caras».

Los médicos sociales (trabajadores sociales) conocen esta nueva manifestación que se nos revela como pobreza urbana. La calificaron con esa denominación en base a experiencias de otras realidades afectadas por el empobrecimiento de recursos. Curiosamente, uno de estos diagnósticos se centro en las condiciones de vida de Brasil. Hoy, en día, un denominado país emergente.

Ahora, la extrema falta de recursos básicos ha cruzado el charco. De una orilla a otra del Atlántico sin tener previsión de ello. Quizás, hemos dejado de ser una referencia en el universo de las oportunidades sin saber asumir el declive de nuestro modelo social. Los pobres siguen siendo pobres, o más pobres que antes de la fugaz convivencia con una ficticia riqueza.

Un estudio reciente sobre las condiciones de vida, publicado por el sindicato UGT, confirma que 580.000 gallegos han rebasado el umbral de la pobreza en los últimos años.

Mientras, muy próximas al portal de casa, las ONG’s trabajan sin tregua para abastecer a las familias, derribadas por un frágil sistema económico, de alimentos y enseres más básicos. Otras organizaciones recurren a la sutileza para hacer creer a los niños que sus padres comen fuera de casa el fin de semana y, en realidad, lo hacen en un comedor social. Un brillante reportaje de Eduardo Roland, elaborado en la ciudad olívica, así lo demuestra.

Entretanto, lo más hiriente es comprobar como la crudeza más descarnada de la pobreza ya es portada no solo de los medios de comunicación sino de nuestra propia vida. Cada mañana tropezamos con esta realidad y lo peor del asunto, al margen del sufrimiento de quien padece las consecuencias de carecer de todo o no tener nada, es que no hemos hecho nada por remediarlo. Todo lo contrario.

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Pero, la actual lectura del paronama social no habilita espacios para las dudas: «La pobreza ha llegado a las páginas centrales de los periódicos, y el resto de medios por necesidad, y no por solidaridad». Un ‘destacado logro’ que viene precedido de años dandole la espalda a un problema que afectaba sin compasión a otros seres humanos…