Una realidad en la que no cesan los golpes de mar a la vida humana, secuestrada en la deriva de la inmigración. Diez personas han muerto y 4.500 ha sido rescatadas durante los últimos días en el cementerio del Mediterráneo. Siete de los cuerpos sin vida estaban en dos lanchas neumáticas que navegaban abarrotadas de inmigrantes. Otros tres inmigrantes fueron recogidos del agua ya sin vida después de que saltaran ante la proximidad de un mercante que pretendían alcanzar a nado. Eso sí, los 31 supervivientes han sido detenidos. Las escenas se repiten. Lo mismo que la respuesta internacional por salvar vidas. Algunos países, y algunas políticas, miran de reojo una situación a la que no son ajenos o ¿si?.
La hiriente realidad nos ha presentado, en los últimos días, a mujeres rescatadas de las garras de Boko Haram relatando el horror sufrido durante su cautiverio. Ejecuciones de familiares. Hambre o privación de libertad son algunas de las lindezas sufridas. Según Amnistía Internacional, este grupo de desalmados ya ha secuestrado a 2.000 mujeres y niñas desde principios de 2014, muchas de ellas utilizadas como cocineras, esclavas sexuales o escudos humanos. Entre los casos más llamativos está el de las 200 colegialas secuestradas en un instituto internado de Chibok apresadas hace ya un año. Sin embargo, parece que ellas no están entre las últimas liberadas. Y, ¿habrían sido liberadas en caso de tratarse de un país distinto a Nigeria?, ¿hay tratos de primera y segunda para la vida humana? Algo nos hace temer que sí.