¿Dónde está la generación ni-ni?

Identificación de jóvenes pasivos

La Confederación de padres y madres de Alumnos (COFAPA) digiere con gran satisfacción los resultados obtenidos por el informe ‘Desmontando a ni-ni. Un estereotipo juvenil en tiempos de crisis’, realizado por el Instituto de la Juventud (INJUVE).

Al contrario del papel que algunos estratos de la sociedad otorgan a las generaciones del futuro relevo, este estudio sociológico califica a los jóvenes de España como ‘protagonistas y motor del cambio que necesita la sociedad’.

Este trabajo desmonta los pilares de una imágen ‘muy negativa’ de la juventud actual. Estas supuestas valoraciones, situando al futuro natural de la sociedad en una posición de escasa esperanza, quedan en entredicho gracias a la elaborada y rigurosa labor realizada por los expertos en sociología del INJUVE.

Entre las particularidades, el sociologo responsable del estudio, Lorenzo Navarrate, destaca que la falta de motivación para asumir responsabilidades no se presenta en el grupo de población posicionado entre 16 a 19 años. Un escenario contrario sólo lo encontraríamos en los jóvenes instalados en la franja de edad de 20 a 24 años, una de las más castigadas por la desconsideración social. Aún así, la falta de estimulos se presenta en pequeñas proporciones.

Todo parece indicar que la estigmatizada generación, por una supuesta pasividad, está en clara decadencia. El hecho de vivir a la «sopa boba» es practicado por una minoria, no superior al 5% de los jóvenes que superan la veintena, mientras que los que se encuentran por debajo de este umbral no alcanzarían el 2%.

Y, la proporción decrece al contrastar los datos de la EPA (Encuestra de Población Activa) de otros ejercicios anteriores a 2009, año utilizado como base principal del estudio, entre otros.

Sin duda, el último grupo referido es el que más demuestra respirar aires de dificultad cuando reflexiona sobre el campo laboral. En concreto, la sensación de frustación aumenta a medida que el nivel formativo es más elevado. Tampoco, las conclusiones del trabajo conceden a la denominada generación ‘ni-ni’ demasiado espacio y recorrido para subsistir en el futuro. Más bien, parece que estaríamos asistiendo a algo residual, recurriendo a términos técnicos de una cuidada investigación social.

El riesgo de desorientación no amenaza a la gran mayoría de jóvenes que, en principio,  descartan el cómodo y poco productivo refugio de la filosofía «ni-ni» como una alternativa ante la actual situación de crisis. Entre los dos segmentos de edad analizados no se llegaría a una suma del 7% que han expresado su voluntad de no enterrar aquello de «ni estudia, ni trabaja» o seguir un modelo basado en un hedonismo radical, «un estilo  de entender la vida que no sólo se circunscribe a las edades más tempranas».

Casualmente, los resultados del estudio abren un campo para nuevos interrogantes sobre el grado de responsabilidad de los padres, la comunidad educativa, los medios de comunicación y la propia sociedad con respecto a una parte de la juventud tan poco activa ante los acontecimientos, y los extendidos estigmas transformados en prejuicios sociales para los menores de 35 años. Aunque lo más significativo e inmediato para la Sociología y el Trabajo Social, quizás, se sitúe en despejar: ¿Dónde está la generación ni-ni? 

 

Actor Social – «Existía algo impensable hoy en día: las famosas brigadas»

Tomas Acuña.- Hace 21 años que soy funcionario de Instituciones Penitenciarias, y lo que ha cambiado todo en prisiones, es cierto que todo debe evolucionar, porque todo es dinámico, nada se mantiene inalterable, pero cuando echas la vista atrás y los recuerdos vienen a mi memoria, pienso: ¡Como ha cambiado nuestro trabajo! No se parece en casi nada a lo que era, salvo en que las personas continúan ingresando en prisión y que seguimos aquejados de un mal endémico  parece que perpetuo en esta Administración: «la falta de recursos humanos»…Pero muchas cosas han mejorado, las condiciones de trabajo, las condiciones de los centros, el tratamiento, la aplicación de la normativa penal y penitenciaria, etc.

Las celdas tenían barrotes en las puertas

Aún recuerdo cuando empecé a trabajar en la prisión provincial de ‘La Parda’, en Pontevedra, una prisión obsoleta y antigua, sin condiciones para casi nada, mala para los trabajadores penitenciarios y mala para los internos, había celdas en donde en lugar de una persona, había tres, cuatro y hasta cinco internos. Existía algo impensable hoy en día: las famosas ‘brigadas’, esos dormitorios colectivos donde se hacinaban 20, 25 o hasta 30 internos, y donde por las mañanas cuando ibas a realizar el recuento era muy difícil mantener la compostura por el olor humano que se respiraba. «Era insoportable e incluso producía arcadas».

Las celdas no tenían duchas. Estaban en una zona común donde los internos se debían duchar con otros internos; no existía la intimidad. Imposible hacer una minima clasificación exigida por una legislación penitenciaria avanzada y moderna, pero que no se podía cumplir por falta de infraestructuras y centros que la permitieran, donde los penados estaban con los preventivos, los que habían estafado con los asesinos, los primarios con los reincidentes.

En el suelo del departamento de aislamiento nacía agua, si no andabas con cuidado te metías un resbalón y acababas con tus huesos en el agua; no solo debías tener cuidado con los ‘iuras’ que había allí si no precaución de no romperte una pierna, un brazo o la clavícula. A todo esto se le añadía que estabas solo con internos con mucha agresividad, odio, desesperanza lo que aumentaba su frustración que terminaban pagando con el que tenían más cerca, fuera interno o funcionario…

(Primer relato de Tomas Acuña de una serie dedicada a las experiencias del pasado y presente de las prisiones en el sistema español)