Tomas Acuña.- Hace 21 años que soy funcionario de Instituciones Penitenciarias, y lo que ha cambiado todo en prisiones, es cierto que todo debe evolucionar, porque todo es dinámico, nada se mantiene inalterable, pero cuando echas la vista atrás y los recuerdos vienen a mi memoria, pienso: ¡Como ha cambiado nuestro trabajo! No se parece en casi nada a lo que era, salvo en que las personas continúan ingresando en prisión y que seguimos aquejados de un mal endémico parece que perpetuo en esta Administración: «la falta de recursos humanos»…Pero muchas cosas han mejorado, las condiciones de trabajo, las condiciones de los centros, el tratamiento, la aplicación de la normativa penal y penitenciaria, etc.
Aún recuerdo cuando empecé a trabajar en la prisión provincial de ‘La Parda’, en Pontevedra, una prisión obsoleta y antigua, sin condiciones para casi nada, mala para los trabajadores penitenciarios y mala para los internos, había celdas en donde en lugar de una persona, había tres, cuatro y hasta cinco internos. Existía algo impensable hoy en día: las famosas ‘brigadas’, esos dormitorios colectivos donde se hacinaban 20, 25 o hasta 30 internos, y donde por las mañanas cuando ibas a realizar el recuento era muy difícil mantener la compostura por el olor humano que se respiraba. «Era insoportable e incluso producía arcadas».
Las celdas no tenían duchas. Estaban en una zona común donde los internos se debían duchar con otros internos; no existía la intimidad. Imposible hacer una minima clasificación exigida por una legislación penitenciaria avanzada y moderna, pero que no se podía cumplir por falta de infraestructuras y centros que la permitieran, donde los penados estaban con los preventivos, los que habían estafado con los asesinos, los primarios con los reincidentes.
En el suelo del departamento de aislamiento nacía agua, si no andabas con cuidado te metías un resbalón y acababas con tus huesos en el agua; no solo debías tener cuidado con los ‘iuras’ que había allí si no precaución de no romperte una pierna, un brazo o la clavícula. A todo esto se le añadía que estabas solo con internos con mucha agresividad, odio, desesperanza lo que aumentaba su frustración que terminaban pagando con el que tenían más cerca, fuera interno o funcionario…
(Primer relato de Tomas Acuña de una serie dedicada a las experiencias del pasado y presente de las prisiones en el sistema español)