¿Puede Malala suceder a Mandela?

Malala Yousafzai, la estudiante paquistaní y activista que recibió un disparo en la cabeza por los talibanes por defender la educación de las niñas en su país, podría haber iniciado un camino parejo al del desaparecido Nelsón Mándela. Es una de las grandes incógnitas que nos reserva el futuro.

Bien es cierto que las generaciones y los tiempos son muy diferentes y equidistantes. Pero, no es menos cierto que la joven paquistaní ha pagado con un alto precio su respaldo a la igualdad de la mujer en ámbitos como el educativo y social.  Este viaje, sin posibilidad ya de retorno, ha conmovido una la comunidad internacional que no ha vacilado en acunar una admiración por la activista.  Hasta tal extremo que los codiciosos intereses económicos en la región han dado paso un sonoro reconocimiento a través de Naciones Unidas.

Llegar a los niveles del maestro e insustituible Mándela requiere de muchos años de sacrificio y creencia en unos ideales humanistas. Y a eso se añada la capacidad y suficiente arrojo como para cerrar la puerta a las continuas tentaciones que aparecen y reaparece en el largo camino del ministerio de los derechos humanos.

Otra diferencia insalvable también la marca el contexto geográfico. El legado de Mándela comenzó a forjarse en el sur de África, en plena ocupación de la colonia Inglesa. Por contra, Malala puede enfrentarse a un enemigo mucho más correoso y, a su vez, igual de peligroso.  La influencia talibán parte de las propias entrañas de los pueblos de la región, con lo que  su presencia en la zona se antoja muy complejo de resolver. En especial, cuando se utilizan las armas y el terror como método de negociación con los disidentes al sistema impuesto.

Su condición de mujer en un mundo sometido a tradiciones y edictos machistas inclinan, aún más, si cabe, el porcentaje de dificultad de la pendiente. Tratar de romper el impermeable muro de la desigualdad, a través de la palabra, promete convertirse un trayecto sinuoso. Ahora bien, estamos hundiendo los píes en tiempos muy propicios para los retos y cambios. Aunque, analizando la historia, siempre han sido buenos tiempos para estos menesteres.

Solo el tiempo se encargará de evaluar y juzgar a esta joven mujer que, un buen día, alzó la voz para reivindicar unos derechos usurpados a todas las niñas y mujeres de Pakistán por una tesis cultural inaceptable. Y especular sobre el recorrido de esta nueva generación de activistas no respondería a un ejercicio responsable por quienes deseamos vivir, algún día, la utopía del cumplimiento rigurosos de los Derechos Humanos, Fundamentales y Universales.

Mientras tanto, seguimos a la espera para despejar una de las grandes preguntas de nuestros tiempos: ¿Malala tiene opciones de suceder a Nelson Mándela? Sería un buen síntoma que no se eternizase una respuesta afirmativa.