A la cola

Resolver la pobreza es un reto global

Seguimos sin entenderlo. La mudanza de la perspectiva no acaba de producirse: mientras el gasto social no sea tratado como una verdadera inversión de futuro, la realidad continuará repartiendo bofetadas a base de evidencias que sonrojan. La Comisión Europea lo confirma sin titubeos, sin buscar un buen maquillaje que disimule una cara ojerosa y demacrada de un gobierno que desatiende o, más bien, se despreocupa de las personas más vulnerables de la población. España, conjuntamente con Italia, ocupa la última plaza en rescatar a quienes se encuentran sumergidos, al borde del ahogamiento, en las rentas más bajas de la sociedad.

De este modo, ha incurrido en una clara asunción de responsabilidades al pasar por delante de la puerta de la exclusión sin hacer el más mínimo gesto. Esto tiene una explicación muy sencilla: la política de Estado persiste en vivir de espaldas a las necesidad es más básicas de su gente. O, dicho de otra forma, la pobreza se ha convertido en un contexto invisible. En un escenario donde el olvido se pasea, con excesiva frecuencia, hasta convertirse en el mal de muchos. Cabe recordar que, en el pleno proceso de recuperación de la crisis económica, no aparecieron, apenas, cambios para combatir la falta de recursos. Y no se ha hizo porque solo creció lo marco. La obsesión fue siempre magna. A cambio, lo micro decreció motivado por una única visión entregada a los números negros. A las cuentas de resultados de los bancos y las grandes corporaciones.

De hecho, en el estudio elaborado por la UE, el Ejecutivo comunitario recrimina al Gobierno español el escaso impacto de sus políticas sociales a la hora de reducir la pobreza en un 25%. Un porcentaje que se encuentra muy cerca de países como Bulgaria o Grecia. Y dista mucho del 50% con el que se corrige la pobreza en los países nórdicos. Ante los indiscutibles datos, según Bruselas, estamos “bajo vigilancia”. Somos observados de forma permanente por si persistimos en seguir traicionando a nuestros vecinos, familiares o hermanos. Formamos parte de los objetivos de un comité de control que buscan evitar que la desidia política siga instalada en una omisión de socorro apoyada en el silencio.

Ahora bien, la inacción (fórmula habitual del presidente Rajoy) para resolver las contingencias, por sí solas, no ofrece frecuentes ejemplos que apunten a una efectividad en el caso de la lucha contra la pobreza. Para ello es necesaria una determinación, un compromiso y una voluntad de consignar en el presupuesto una partida específica para reducir la brecha existente. Hacer lo contrario. Obviar lo dicho solo mantendrá la situación de manera indefinida “a la cola” del viejo continente.

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