Un poco de coherencia política entre tanto desastre

Llega desde el cono sur, pero llega. La escasa coherencia política la aporta el presidente de la República del Uruguay. José Mújica asevera que «lo único admisible, en #Siria, es leche en polvo, galletas y comida». El resto de acciones, a su juicio, resultan prescindibles en todos los sentidos. Las estrategias militares y políticas no son más que camuflajes de intereses transnacionales.

Presidente de Uruguay sobre Siria
Mújica: «El único bombardeo admisible en Siria es leche en polvo, galletas y comida, no armas»

Los derechos humanos forman parte de un argumentario conveniente para la ocasión. De poco o nada valen la perdida de vidas que se registran desde el año 2011. Mujeres, niños y ancianos combaten con sus vidas sin haberles consultado para ello. El envenenado conflicto les ha convertido en objetivo del fuego amigo o enemigo , eso que más da,  o en refugiados indefinidos en un campo ubicado en la frontera.

Mientras el drama humano y social prosigue, el consejo de seguridad de Naciones Unidas continua con una investigación abierta por el supuesto uso de armas químicas. De no ser así, dicha investigación no se habría producido en los mismos términos: ¿escusa o realidad?

El caso es que, desgraciadamente, Siria camina hacia una inexorable intervención internacional. Se contemplan en una medida muy interesada los daños personales aplicando criterios de «tierra quemada».  Sobradas experiencias, en Afganistán e Iraq, ya tenemos para llegar a pensar en la no idoneidad de este plan, a todos los efectos.

Pero, las necesidades básicas de la población civil no pasan por una u otra clase de armamento. La realidad social es paralela a la militar. El hambre y la pobreza van conquistando territorios sociales a medida que el número de bombas y balas aumenta sin control.

Afortunadamente, entre tanto desastre, una referencia política dice aquello que todos piensan y nadie escucha. La coherencia no es un hábito muy frecuente en esta clase de escenarios; aunque es de agradecer encontrar a un embajador de los DD.HH con responsabilidades de gobierno.

Otra cosa bien se centra en el eco que sus últimas declaraciones puedan trascender en una obsesiva y delirante comunidad internacional.

¿En medio o a las afueras del conflicto en Siria?

Los niños y las niñas en Siria también sufren los rigores de los desplazamientos forzados por la guerra civil que padece su país. Un recorrido indeseado para pequeños y mayores que aboca a vivir como un auténtico refugiado en un campo fronterizo. Puede parecer un juego pero no lo es…

A partir de ahí, la realidad se torna igual o más dura que en casa. Los recursos básicos no están garantizados; tampoco, lo estuvieron en estos últimos tiempos. La masificación es tenaz e imparable. Centenares de personas optan por buscar amparo en las zonas más próximas de la región donde las balas no silben de día y noche.

Campo de refugiado en Siria
Los niños y su padre a las puertas de la tienda en el campo de refugiados

Los más pequeños pasan a residir en un entorno desconocido y, en cierta forma, hostil: Los servicios sanitarios dependen de las posibilidades de la Cooperación Internacional. Y la, tan necesaria, educación básica abandona el primer plano para ser enterrada en subsuelo de las prioridades.

Solo las organizaciones sociales son capaces de dar una mínima respuesta a quienes renuncian a su modelo de vida y emplean todo el esfuerzo en perseguir a la esperanza, allí donde se halle.

En el campo de Doniz, en Iraq, por el momento, nadie a logrado atrapar una leve expectativa de mejorar algo. Una tienda de lona y el silencio de las armas se convierte en avance más importante.

Caminar por la vida sin entender por qué pasan las cosas no es fácil. Eso nos sucede a todos, en algún momento. Pero, los ojos y la mente de un niño siempre estarán dispuestos a renegar de decisiones que generen tanta crueldad entre seres humanos. Y reprobaran con el silencio las malas y letales acciones de los mayores.

Y esta impotencia y rabia, mezclada con la inocencia infantil, se acentúa cuando la sombra de la muerte crece, lentamente, sin que nada, ni nadie lo remedie.

Perder un hermano, un padre, una madre o un abuelo carece siempre de justificación. Aunque, intentar encontrar una pizca de sentido a una perdida irreparable por haber bebido algo tan elemental como el agua resulta, cuando menos, imposible de asimilar. Y más si se trata de una niña, de 5 años de edad, que no acaba de creerse que su hermano esté en el paraíso.

Esa es la triste historia del pequeño Khalid. No fue capaz de superar un cuadro gastrointestinal tras consumir agua contaminada. Su madre, Shanaz, lamenta su muerte y se pregunta si es mejor vivir en medio o a las afueras del conflicto en Siria.

Para conocer el testimonio íntegro: “Aquí en el campo sufrimos una muerte lenta” | Blog de Emergencias– Save The Children

Sin comerlo, ni beberlo

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El conflicto de Siria merma el acceso a las necesidades básicas de las futuras generaciones. El hambre y la pobreza, más extrema, ha llegado con la misma virulencia que el arsenal que allí se utiliza contra civiles y militares. «El asunto ha llegado ya demasiado lejos».

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Perecer en el intento de vivir

población siria
La sociedad siria trata de aprovechar los mínimos instantes de normalidad

La situación de Siria es caótica ante los continuos frentes de fuego cruzado y bombardeos que se producen sin tregua. Niños, mujeres y ancianos forman parte del frente de guerra, sin saberlo.

La población trata de respirar en medio de tanta destrucción e incomprensible hostilidad. Solo es posible pensar en mañana. El futuro no tiene más recorrido que las horas posteriores al presente. En el actual contexto plantear una expectativa superior a tratar de sobrevivir a las bombas y las balas es una mera entelequia.

Entretanto, la comunidad internacional mantiene reuniones en el marco del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para analizar los abusos y la utilización de armas químicas por parte del gobierno sirio contra los rebeldes, utilizando a la población civil como objetivo militar.

Mientras unos piensan en articular las mejores y más rentables líneas políticas, otros perecen en el intento de vivir, día a día , con lo puesto en un contexto sumido en la desgracia y la absoluta barbarie.

Los derechos humanos padecen, asfixiados, como los múltiples intereses políticos y económicos ponen en juego el más elemental de los derechos: vivir.

Un francotirador de la inocencia

No es necesario tener un alto nivel de humanidad para presentar un sentimiento (la psicología más básica lo define como la parte más subjetiva de las emociones) de impotencia, dolor o tristeza. La oportunidad para defenderse se escondió en el lugar más furtivo; tal y como hacen la mayoría de las personas vulnerables ante el fuego amigo y enemigo, atrapadas en un infame conflicto.

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