Sorpresa mayúscula

La dura política migratoria de EE.UU

La separación era solución para frenar el imparable flujo migratorio en las fronteras de Estados Unidos, que procede de México y países de Centroamérica. En esa política solapada anduvo el presidente Donald Trump hasta que las grabaciones e imágenes de niños implorando clemencia a los agentes de la Patrulla Fronteriza o enjaulados de forma individual y colectiva saltasen desde el trampolín de los medios de comunicación internacionales.

El eco ha sido ensordecedor. Tanto que la gran potencia ha deteriorado su imagen de forma acelerada. Un hecho que también ha suscitado críticas en el seno del propio partido del actual inquilino de la Casa Blanca. No hay argumento político que documente que personas de Centroamérica son víctimas de la vulneración de Derechos Humanos.

La cascada de críticas, denuncias y advertencias por incumplir convenios marco sobre los derechos de la infancia y los derechos humanos ha sido tan caudalosa que el propio Trump se vio en la disyuntiva de dar marcha atrás, de echar el freno de mano a su despiadada medida. Firmó un decreto para evitar esta clase de prácticas a los inmigrantes, procedentes de Centroamérica, que cruzan la frontera con sus hijos. Ahora, bien, un decreto gubernamental se puede o no cumplir de manera rigurosa. Las dudas se ciernen no sobre la capacidad de hacer cumplir la orden sino de la voluntad de que los niños y las niñas no pasen por ese trauma. ¿Quién le pone el cascabel al gato para que lo escuchemos todos?

Otras fronteras

El grado de cumplimiento es la principal preocupación. En especial porque, en el momento que se atenúe la atención mediática, la situación pueden regresar al punto de partida con la complicidad del silencio. En la política de bajo nivel, ya se sabe, una mano se dedica a una cosa y la otra hace lo contrario. No son pocas las ocasiones en las que se dice exactamente aquello que no se va a hacer como si se fuese hacer. Y no perdamos de vista las fronteras de España y Europa.

A lo mejor, nos llevamos una sorpresa mayúscula

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